viernes, 21 de enero de 2011

Nuestra relación con la Palabra de Dios

Reflexiones sobre el Salmo 119:9-16

¡Nuestra vida revela la relación que tenemos con la Palabra de Dios!

En la vida hay cosas relativamente fáciles de realizar, las hay difíciles y hay también las que parecen imposibles. La vida íntegra de una persona parece una de esas cosas imposibles en este mundo. La Palabra de Dios dice que es posible la vida íntegra (recta), si estamos dispuestos a seguir sus consejos. En esta ocasión examinaremos brevemente un texto que habla de la vida íntegra. Se trata de la segunda estrofa de ese largo poema conocido como Salmo 119. Los vv. 9-16 constituyen la segunda estrofa de ese largo poema de 22 estrofas, que trata acerca de la relación que debemos tener con la Palabra de Dios. El texto presenta tres pistas básicas para la vida íntegra. Nuestra conducta revelará si las estamos siguiendo. Estos son principios normales de la vida con los cuales nos encontramos a cada paso.

¡Nuestra vida revela la relación que tenemos con la Palabra de Dios! Esa relación tiene un proceso sencillo, pero efectivo, que puede resumese en OIR, PENSAR y ACTUAR de acuerdo con la Palabra de Dios. ¿Cómo vamos a actuar bien, si primero no escuchamos y reflexionamos sobre lo que debe ser nuestra conducta? ¿Cómo vamos a tener una vida íntegra, si no la amoldamos a lo que dice el Creador de ella? En la sociedad contemporánea parece que hemos perdido la capacidad de OIR y PENSAR y nos limitaciones a ACTUAR situacionalmente. Tenemos que cambiar este modo de vida y ajustarla al proceso de Oír, Pensar y Actuar de acuerdo con la Palabra de Dios.

El mensaje de la estrofa que hemos mencionado puede resumirse así: La persona íntegra vive de acuerdo con las exigencias de la Palabra de Dios. En verdad, este es el planteamiento del v. 9, que ha sido expresado a través de una pregunta y una respuesta: ¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra?
Viviendo conforme a tu palabra
(NVI).  Puede afirmarse que el texto presenta tres asuntos bastante claros: 1) La manera de alcanzar la vida íntegra (v. 9, 10, 12); 2) El propósito de obedecer la Palabra de Dios (v. 11) y 3) El resultado de obedecer la Palabra de Dios (13, 14, 15, 16).

Antes de continuar la reflexión, dejamos el siguiente bosquejo del texto:

1.    Oír (escuchar) atentamente a Dios y su Palabra es la manera lograr la vida íntegra (vv. 9, 10). En este sentido, el texto dice que:
1.1. Para tener una vida íntegra era necesario obedecer la Palabra de Dios (v. 9).
1.2. El salmista buscaba a Dios con todo su ser y no quería desviarse de su Palabra (v. 10).
2.    Meditar (reflexionar) en la Palabra de Dios es el segundo paso para la vida íntegra (vv. 11, 12, 16). En este caso, el texto dice que:
2.1. El salmista atesoraba la Palabra de Dios en su mente para evitar el pecado (v. 11).
2.2. El conocer más de Dios y su grandeza, llevaba al salmista a pedirle ayuda para comprender su Palabra (v. 12).
2.3. El salmista se deleitaba en la Palabra de Dios y por eso pensaba en ella continuamente (v. 16).
3.  Actuar de acuerdo con la Palabra de Dios es el resultado natural de los dos pasos anteriores (v. 13, 14, 15). El texto dice que:
3.1. El salmista hablaba de la Palabra de Dios a otros (v. 13).
3.2. La Palabra de Dios le producía al salmista más gozo que todas las riquezas (v. 14).
3.3.  El autor meditaba (estudiaba) y reflexionaba en la Palabra de Dios (v. 15).

Entonces, es bastante claro el mensaje de este texto:

1. Debemos prestar atención a la Palabra de Dios, a fin de comprender lo que enseña para conducirnos bien en la vida. Oír
- Si no OÍMOS con atención la Palabra de Dios, nuestros “oídos” captarán otros mensajes que distorsionarán nuestro estilo de vida.
- Si queremos oír la Palabra de Dios tenemos que acercarnos a ella con humildad.
- En definitiva, la manera de pensar será moldeada por la Palabra de Dios o por la palabra del sistema en medio del cual vivimos. ¿Entonces, a quién queremos escuchar?
2.  Debemos reflexionar en la Palabra de Dios, a fin de asimilar su mensaje y las implicaciones que éste tiene en nuestra vida.  Pensar.
- Si no PENSAMOS (reflexionamos) en lo que Dios dice en Palabra será difícil comprender verdaderamente lo que enseña.
- Si no dedicamos tiempo para estudiar la Palabra de Dios será difícil avanzar en la comprensión de su mensaje.
- Si no identificamos bien nuestros principios de fe basados en la Palabra de Dios, ¿cómo vamos a vivir conforme a ellos?
3. Debemos conducir nuestra vida de acuerdo con la Palabra de Dios, a fin de experimentar la vida abundante. Actuar.
- Si queremos actuar conforme a la Palabra de Dios, debemos estar seguros que la hemos oído con claridad. ¿Sabemos cuál es su Palabra para nosotros hoy?
- Si queremos actuar de acuerdo con la Palabra de Dios será necesario sacrificar ciertos criterios egoístas.
- Si queremos actuar conforme a la Palabra, debemos buscar la ayuda de Él para que guíe nuestros pasos.

¡Entonces, como debemos actuar!
C Si queremos una vida íntegra (recta, intachable) debemos OIR la Palabra de Dios. Esto implica que: 1) Debemos sincerarnos si en verdad estamos escuchando la palabra de Dios o sólo nos estamos escuchando a nosotros mismos, o estamos escuchando sólo lo que queremos oír. 2) Debemos humillarnos ante la Palabra de Dios para aceptarla. Su mensaje no está pasado de moda, es contemporáneo pero no se ajusta al molde de este mundo. 3) Oír la Palabra de Dios también implica que debemos evaluarnos a luz de su mensaje, a fin de hacer las rectificaciones necesarias. ¿Hay evidencias que en verdad estamos escuchando lo que dice Dios? Pregúnteles a dos personas de la iglesia si notan en su vida evidencias de que usted está escuchando lo que dice Dios. ¡Nuestra vida revela la relación que tenemos con la Palabra de Dios!

C Si queremos una vida íntegra (recta, intachable) debemos PENSAR en la Palabra de Dios. Parece que hoy nadie piensa, sencillamente se sigue el ritmo de la música que se toque. No cumpliremos las exigencias de la Palabra de Dios si no la conocemos. Pensar en la palabra de Dios implica: 1) Comprender los principios de fe que profesamos. Tendremos que dedicar tiempo a la lectura, análisis, reflexión y oración sobre lo que enseña la Biblia. 2) Asimilar los postulados de fe que profesamos. Si no asimilamos el mensaje de la Palabra de Dios, será difícil ponerlo en práctica. Tenemos que hacerla parte de nosotros. 3) Asumir los postulados de fe basados en la Palabra de Dios como la norma de vida. Los consejos de Dios normalmente son contrarios a los consejos del sistema del mundo. Por eso, debemos reflexionar sobre la Palabra de Dios para estar seguros de cuál es el mensaje que nos enseña, a fin de ponerlo en práctica. Hay grupos de estudio bíblico en muchas partes, los hay en su iglesia también. Intégrese a uno de esos grupos de estudio de la Biblia.

C Si queremos una vida íntegra (recta, intachable) debemos ACTUAR de verdad conforme a la Palabra de Dios. Es necesario que llevemos a la práctica la Palabra de Dios de una manera real. Si no tomamos en serio actuar conforme a la Palabra de Dios, algo anda mal con nuestro cristianismo. Actuar conforma a la Palabra de Dios implica: 1) Hacer ciertos sacrificios en nuestra vida. La palabra de Dios no siempre está de acuerdo con lo que nos gusta. 2) Hacer cambios en nuestra manera de pensar. Generalmente nuestra manera de pensar, muchas veces sin darnos cuenta, está moldeada por el pensamiento contemporáneo. 3) Revisar nuestra relación con los demás. La vida íntegra se evidencia también en nuestra buena relación con nuestro prójimo.  4) Revisar nuestra relación con Dios. 5) Reorientar nuestra vida. Hacer cambios no siempre resulta fácil, pero por lo general son necesarios.
Nuestra buena relación con la Palabra de Dios se reflejará en nuestra vida diaria, en nuestra relación con la familia, con los compañeros de trabajo, los vecinos, etc. Porque: ¡Nuestra vida revela la relación que tenemos con la Palabra de Dios!

martes, 18 de enero de 2011

Reflexiones en la primera Carta de Juan


Distintivos de un cristiano

Los lectores originales de 1 Juan sufrían ataques en el campo teológico, ético y moral, causados básicamente por los falsos maestros. Algunos de estos ataques habían surgido de maestros dentro de la misma iglesia (4:1; 2:18, 19) y otros la atacaban desde afuera. Jesús había hablado de estos problemas (Mateo 7:15ss) y el apóstol Pablo también había advertido a la iglesia que tuvieran cuidado, porque entrarán en medio de ustedes lobos feroces que procurarán acabar con el rebaño y dentro de la misma iglesia –afirmó el apóstol– se levantarán algunos que enseñarán falsedades para arrastrar a los discípulos que los sigan (Hechos 20:29, 30 NVI). ¡La falsedad es una amenaza constante!

1. El primer gran problema que enfrentaba la iglesia tenía que ver con los falsos maestros y la falsa doctrina que estos enseñaban. Juan afirma que han salido por el mundo muchos falsos profetas (4:1) y que muchos son los anticristos que han surgido ya (2:18), a quienes no vacila en identificar como el espíritu del engaño en contraposición al Espíritu de la verdad (4: 6). La iglesia era atacada en el fundamento básico de su fe: la deidad de Jesucristo. Los falsos maestros pretendían minimizar la persona y la obra de Cristo en la cruz (4:10). Negaban que Jesús era el Cristo (2:22, 23) y no confesaban que era el Hijo de Dios, venido en cuerpo humano (4:2, 3, 15). Juan les sale al paso y dice: Todo el que niega al Hijo no tiene al Padre (2:23). Y añade: Este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo (3:23). Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio, y así ustedes permanecerán también en el Hijo y en el Padre. Ésta es la promesa que él nos dio: la vida eterna. Estas cosas les escribo acerca de los que procuran engañarlos… (2:26, 27). Al final dice: Este es el verdadero Dios y la vida eterna (5:20c).

Ante el problema de los falsos maestros, la exhortación del apóstol es a la fidelidad al Señor. Por eso comienza su carta hablando de su testimonio personal respecto a lo que había visto, oído y palpado tocante a Jesucristo (comp. 1 Juan 1:1-4) y la termina afirmando que Jesucristo es el Dios verdadero y la vida eterna (1 Juan 5:20). ¡Apártense de los ídolos!

2. Otro gran problema que enfrentaba la iglesia se refería a los falsos profesantes y la conducta que asumían. Es claro que algunos no vivían como auténticos cristianos. Esto se evidenciaba en dos grandes vertientes que afectaban radicalmente la conducta cristiana. Una tenía que ver con la liviandad moral manifestada en la subestimación de la realidad y la seriedad del pecado en la vida humana y la eficacia del sacrificio de Cristo. El otro problema tenía que ver con la liviandad relacional (social) y se manifestaba en la falta de amor entre los hermanos. Ahora el apóstol hace hincapié no sólo en la fidelidad, sino en la sensibilidad cristiana de las personas tanto consigo mismas como con sus semejantes.

Por una parte, había los que tenían un concepto equivocado del pecado. Mientras algunos pensaban que ya eran perfectos, que el pecado nada tenía que ver con ellos (comp. 1:8), otros pensaban que podían estar en buena relación con Dios y a la vez vivir desordenadamente, manteniendo una conducta de pecado (comp. 3:7-10). Esto reflejaba una filosofía reinante en aquellos días: el hedonismo. Juan advierte con claridad que no es posible ser luz y a la vez vivir en tinieblas, practicar el pecado y al mismo tiempo tener buena relación con Dios (1:5-10). Por eso, el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió (2:6 comp. 4:17).

Por otra parte, había los que tenían un concepto equivocado del amor a Dios y al prójimo. Algunos pensaban que podían hablar de su amor a Dios sin preocuparse del amor al prójimo. Juan afirma que la falta de amor entre los hermanos, evidenciaba la falta de amor a Dios. Por eso, escribe insistentemente acerca del amor los unos a los otros. Tres veces, en su carta, dedica unos párrafos con un mensaje muy claro respecto al amor a los hermanos (2:9, 10; 3:11-18; 4:7-21). La iglesia necesitaba reflexionar respecto a la práctica de su fe, en especial el amor a los hermanos. Así que, el que ama a Dios, ame también a su hermano (4:21).

Entonces el desarrollo de la Carta, el apóstol Juan apunta a la solución de tres problemas fundamentales: Un concepto equivocado respecto a Cristo, dador de la vida; un concepto equivocado respecto al pecado, destructor de la vida; y un concepto equivocado respecto al amor, manifestador de la vida. Juan dice que escribió para que sepan que tienen vida eterna en el Hijo (5:13), para que no pequen (2:1) y para que tengan comunión con nosotros (1:3) de modo que nuestra alegría sea completa (1:4).

¿Qué significaba ser realmente cristiano? ¿Quiénes podían afirmar la certeza de su salvación? Juan evaluó la certeza de la salvación de los cristianos del primer siglo, a través de tres pruebas claras y convincentes:
1)  La prueba teológica: si creemos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano.
2) La prueba moral: si practicamos la justicia mediante la obediencia a los mandamientos de Dios. ¡Si obedecemos la Palabra de Dios!
3)  La prueba social: si nos amamos los unos a los otros.

Entonces, Juan evaluó la iglesia de sus días y respondió con fidelidad al evangelio y sensibilidad a la realidad de sus hermanos. ¿Qué haremos nosotros? Sobre la base de la experiencia de Juan reflejada en su carta, hay por lo menos tres conclusiones que podemos visualizar:

1.  Cada generación de cristianos debe responder con la verdad del evangelio a las falsas enseñanzas que amenazan a la iglesia.
Los cristianos somos conscientes que vivimos en medio de un mundo hostil a la verdad del evangelio. ¡La falsificación abunda...! Por eso, es necesario que conozcamos bien las verdades del evangelio y al mundo que nos rodea, a fin de responder con la verdad. Debemos comprender lo que ofrece Dios y lo que necesita el ser humano. Entonces, en nuestra respuesta evangélica debemos mantener fidelidad a la Palabra y sensibilidad a las realidades humanas.

2.  Jesucristo es la única respuesta al problema del pecado en la vida humana en cualquiera de sus manifestaciones.
¡Cristo murió en sacrificio por nuestros pecados! Tenemos la plena convicción que por el sacrificio de Jesucristo, Dios ha resuelto el problema del pecado y ha dado la vida eterna a todos los que lo confiesan como Salvador y Señor. ¡La vida se manifestó en Jesucristo! Los seres humanos necesitamos la vida abundante y ésta sólo se encuentra en Jesucristo. ¡Cuánto se ha desdibujado al Cristo de la revelación escrita! Es necesario proclamar y seguir al Cristo que presenta la Biblia, no al que la imaginación humana ha dibujado.

3.    Los cristianos debemos ser conocidos por lo que decimos y hacemos en relación con nuestros hermanos.
La persona auténticamente cristiana manifiesta coherencia entre sus dichos y sus hechos, entre lo que cree y lo que vive. El cristianismo no es una teoría, es un estilo de vida que sigue los pasos de Jesucristo. Debemos pensar nuestra fe para que sea comprendida, pero debemos vivirla para que sea imitada en medio de las realidades cotidianas.

De las tres pruebas que Juan presenta para distinguir al verdadero cristiano, dos tienen que ver con lo que hacemos respecto a nuestra fe. Una se refiere a la justicia, es decir, la obediencia a la Palabra de Dios y la otra se refiere al amor a los hermanos. Esta última sobresale. Tres veces en la carta, el apóstol presenta una argumentación formal sobre el tema del amor a los hermanos (2:9, 10; 3:11-18; 4:7-21).

¿Entonces, qué debemos hacer?

1. En sus primeros años, la iglesia fue amenazada por una falsa doctrina que negaba a Jesucristo venido en cuerpo humano. También el mundo, con su sistema de valores anti-Dios, arremetía contra la iglesia. Juan identificó estos dos problemas y ofreció una respuesta cristiana muy clara en las perspectivas teológica, moral y social. Con rostros diferentes, estos problemas se manifiestan en nuestro tiempo. Hay una proliferación de ideologías, enseñanzas y doctrinas falsas que amenazan a la iglesia de Jesucristo. Por otra parte, el mundo de hoy tiene un sistema de valores abiertamente opuesto a los principios del evangelio: el evangelio presenta verdades absolutas, mientras que la sociedad está sumida en la subjetividad y el relativismo. Muchas de estas amenazas contra la iglesia se presentan de manera encubierta, solapada, en nombre de un redescubrimiento de la verdad de la Biblia. ¡Tengamos cuidado! ¡No confundamos la palabra profética, con las palabras profanas! Mientras sigue su peregrinaje cristiano, no deja de reflexionar en estas preguntas: ¿Cuáles son realmente mis creencias cristianas, son verdaderamente bíblicas? ¿Cuáles son algunas características o maneras de pensar de la sociedad contemporánea? ¿Cuáles son algunos movimientos y doctrinas que hoy amenazan a la iglesia de Jesucristo? ¿En qué sentido puede decirse que estos movimientos están afectando a la iglesia de la cual usted es miembro? ¿Qué estoy haciendo para poner en alto mi fe?

Con mucha frecuencia se observa a “cristianos” que fácilmente se dejan mover de sus convicciones por doctrinas y movimientos “teológicos” que van apareciendo. Esto sugiere que hay una cierta inseguridad de lo que esos cristianos creen. Reflexione sobre sus convicciones de fe cristiana. ¿Cuáles son los principios básicos de su fe que lo distinguen como cristiano? Juan identificó, en su día, las señales de un auténtico cristiano.
a)    Si creía que Jesucristo era el Hijo de Dios venido en cuerpo humano.
b)    Si obedecía la Palabra de Dios.
c)    Si amaba a los hermanos.

2. La Biblia enseña que no es posible tener buena relación con Dios y al mismo tiempo andar en tinieblas; o afirmar ser cristiano y al mismo tiempo desobedecer la Palabra de Dios. Hay quienes afirman ser cristianos, pero no viven como cristianos. ¿Cuáles son algunas prácticas en su vida que se corresponden con las de una persona auténticamente cristiana? El cristiano tiene un estilo de vida diferente al mundo que sigue el sistema anti Dios. Juan exhorta: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió (2:6).

Me parece que una buena manera de concluir esta reflexión es con la siguiente oración: “Soberano Dios, Señor del cielo y de la tierra, queremos mantenernos firmes en la convicción que tu Hijo Jesucristo es el único Salvador y Señor de nuestra vida. Queremos proclamar con convicción que en Jesucristo hay respuesta al problema del pecado en cualquiera de sus manifestaciones en la vida humana. Queremos confesar que en Jesucristo hay esperanza. Queremos mantener coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos en medio de un mundo incoherente. Decimos que amamos, ayúdanos a demostrarlo. Ayúdanos, Señor, a mantenernos fieles a tu Palabra en nuestro diario vivir. Te lo pedimos por los méritos de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor. ¡A Él sea la Gloria siempre! Amén.”

lunes, 17 de enero de 2011

El favoritismo entre los creyentes!!

Reflexiones sobre el favoritismo entre los creyentes
Santiago 2:1-13


Unos aspectos introductorios al análisis del texto

El texto de Santiago 2:1-13 es un ejemplo a través del cual se muestra cómo podemos llevar a la práctica la Palabra de Dios (1:22). El hincapié no está en el conocimiento de la Palabra de Dios (como ocurre en el capítulo uno), sino en la aplicación de ella reflejada en la actitud del cristiano hacia su prójimo. Los vv. 1-7 presentan una exhortación a no hacer acepción de personas. Santiago presenta un ejemplo o ilustración de la manera como la acepción de personas se manifestaba en la comunidad de creyentes y cómo al valorar a las personas caían en el pecado de la parcialidad. En los vv. 8-11 muestra como la acepción de personas se constituía en un acto de desobediencia a la Palabra de Dios. Y en los vv. 12 y 13 se plantean las consecuencias de hacer acepción de personas, por lo que debe actuarse siempre de acuerdo con la integridad de las Escrituras. En resumen, Santiago enseña que en obediencia a la Palabra de Dios, debemos actuar con imparcialidad en el trato con nuestros hermanos.

La acepción de personas ha sido y es un problema de los seres humanos. Este problema incluye también a los cristianos. Pero Santiago tiene un mensaje para ayudar a los cristianos a enfrentar con éxito el problema de la acepción de personas en la iglesia. Para no caer en el favoritismo, el cristiano debe valorar a las personas sobre la base de lo que son y no de lo que tienen. Para no caer en el favoritismo, el cristiano asumir que la acepción de personas está en conflicto con los principios de la Palabra de Dios. Para no caer en el favoritismo, el cristiano debe medir sus decisiones y acciones según los criterios de la Palabra de Dios, no según los criterios de la sociedad.

En términos generales, el capítulo uno de Santiago hace hincapié en la actitud interior del cristiano. Se confronta a los cristianos con las pruebas y tentaciones en medio de las situaciones difíciles, y se les exhorta a prestar atención a la Palabra de Dios para obedecerla. El capítulo dos proyecta la fe del creyente hacia una nueva dirección y habla básicamente sobre la relación de la fe con el prójimo. Entonces, en el capítulo dos el hincapié no está tanto en el conocimiento de la Palabra de Dios, sino en la aplicación de ella.

En 1:27, Santiago advirtió que la práctica de la religión pura tiene sus manifestaciones no sólo en la actitud interior, guardarse sin mancha del mundo, sino también en acciones de servicio al prójimo, visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción. Ahora, en el capítulo dos, especialmente en los primeros trece versículos, advierte acerca del amenazante peligro de la acepción de personas dentro de la iglesia. En este sentido, en 2:1-13 exhorta a los cristianos para que vivan la fe en obediencia a la Palabra de Dios sin hacer acepción de personas. En los versículos (v. 14-26) hace un llamado a demostrar la fe mediante las obras, en acciones de servicio al prójimo.
¿Cuáles asuntos se presentan en el texto?

Hay básicamente tres asuntos que se presentan en el texto. Todos tienen que ver con la obediencia a la Palabra de Dios en la relación del cristiano con las demás personas en la iglesia.

1. En los vv. 1-7 Santiago exhortó a los creyentes para que no hicieran diferencia entre una persona y otra en la iglesia. Para apoyar su exhortación les mostró un ejemplo hipotético referente al trato preferencial que daban a las personas ricas en detrimento de las pobres. También les mostró cómo ellos tenían criterios diferentes a los de Dios referente a los ricos y los pobres. El mensaje de Santiago es que debían valorar a las personas por lo que eran y no por lo que tenían.

2. En los vv. 8-11 Santiago exhortó a los creyentes para que obedecieran la Palabra de Dios, a fin de que no fueran culpables de hacer acepción de personas. No valía la pena obedecer una parte de las Escrituras y desobedecer todo lo demás, porque éstas tenían el mismo valor en todas sus partes. Por eso, les dijo: Hacen muy bien si de veras cumplen la… Escritura: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El mensaje de Santiago es que la acepción de personas estaba en conflicto con la obediencia a la Palabra de Dios.

3.  Los vv. 12 y 13 indican que los dichos y las acciones de los creyentes serían evaluados a la luz de la Palabra de Dios. Por lo tanto, la conducta de los creyentes debía estar ajustada a los principios de la Palabra de Dios.


¿Cómo se desarrollan estos conceptos en el texto?

Los vv. 1-7 constituyen la primera parte del texto. El v. 1 presenta el argumento mediante la exhortación a vivir la fe sin dar lugar a favoritismos. Los vv. 2 y 3 ilustran, mediante un caso hipotético, una manera como con facilidad los creyentes pudieran incurrir en el pecado de hacer acepción de personas en la comunidad cristiana. Si tal cosa ocurre, pregunta Santiago, ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones? (v. 4).[1] A modo de contraste, en los vv. 5-7 Santiago hace una serie de preguntas mediante las cuales llama la atención de sus lectores para que reflexionen tanto acerca de la conducta de Dios como la conducta de ellos respecto a las demás personas. En el v. 6 hay una acusación directa de acepción de personas: ustedes han menospreciado al pobre.

El v. 1 indica que la acepción de personas es inconsecuente[2] con la fe cristiana: La fe… no debe dar lugar al favoritismo. Lamentablemente, la comunidad cristiana no escapa a este problema,[3] pero es un mal que puede ser combatido. Santiago enfrentó con mucha valentía este problema, lo identificó como una conducta pecaminosa y exhortó a los creyentes para que mantuvieran un trato imparcial hacia todos los hermanos. La parcialidad (favoritismo) puede ser expresada de muchas maneras y pudiera tener muchas motivaciones, pero todas valoran a las personas según lo que tienen, lo que saben, o lo que aparentan, y estas cosas son ilusorias y pasajeras (comp. 1:10, 11). En la iglesia todos somos miembros los unos de los otros, somos siervos unos de otros. Por lo tanto, todo acto de parcialidad es incongruente con la fe, es desobediencia a la Palabra de Dios y es un atentado contra la unidad de la iglesia.

En los vv. 2-4, Santiago pasa de la exhortación a la demostración de su argumento mediante una ilustración. Los destinatarios bien podían preguntarse: ¿En qué sentido estamos haciendo acepción de personas? El ejemplo de Santiago bien pudo ser real o hipotético, pero es muy claro e ilustrativo. El trato de respeto y privilegios al hombre con anillo de oro[4] y ropa elegante y el desprecio al hombre pobre desharrapado es, a todas luces, un acto de acepción de personas. Santiago no se opone a la cortesía, la cual siempre debe estar presente, sino a la discriminación entre los creyentes.

Al final de estos versículos, Santiago hace dos preguntas en una: ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?[5] Con semejante conducta, los creyentes habían hecho, equivocadamente, un juicio de valor: habían concluido que el hombre “rico” y poderoso merecía un mejor trato que el hombre pobre. Por otra parte, estaban haciendo pública la inconsecuencia de su fe: con la asistencia a las reuniones pretendían justificar la rectitud de su fe, pero con la distinción de personas en la asamblea la negaban. Estaban actuando con criterios mal fundados. En cierto modo, eran muy vulnerables con respecto a la aplicación de su fe y de la misma manera que el que duda, eran echados de un lado a otro por las circunstancias (comp. 1:6). Actuar así era ser inconsecuente con la fe, era pensar que el valor de las personas se mide por las cosas que poseen y que las posesiones materiales pueden ser una medida válida para hacer distinción entre las personas.

A modo de contraste, en los vv. 5-7 Santiago hace una serie de preguntas mediante las cuales llama a la reflexión tanto acerca de la conducta de Dios (v. 5) como la de los seres humanos (vv. 6, 7). Es una llamada de atención a la reflexión personal y colectiva acerca de la conducta cristiana. Santiago ataca la mala conducta de los creyentes al hacer distinción de personas y muestra que hay un gran abismo entre la actitud y acción de Dios, y la actitud y acción de los que hacen acepción de personas. Santiago les dice a los creyentes que Dios honra a los pobres,[6] pero ellos con su conducta los deshonran. Ustedes no están siguiendo a Dios, sino a sus criterios personales y egoístas. Así que, les hace un llamado: Escuchen, mis queridos hermanos. Y de inmediato, les hace una pregunta retórica: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman?

En estos versículos Santiago advierte que ante un juicio de valores, se debe tener presente la conducta arrogante y mundana que se esconde detrás de la digna apariencia de los poderosos. Mediante una serie de preguntas muy bien formuladas, Santiago revela la conducta arrogante y maliciosa de los ricos: ¿No son los ricos quienes los explotan a ustedes y los arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien ustedes pertenecen? Tres actitudes revelan la insensibilidad de estos hombres poderosos: explotan a los pobres, los juzgan sin misericordia y los descalifican mediante blasfemias contra el Señor al cual sirven.

Santiago plantea el problema de la explotación[7] de los obreros por parte de los patronos ricos, como lo específica en 5:4. Había personas en la iglesia que tenían esta mala práctica y el colmo de todo esto es que se les estaba dando ciertos privilegios. ¡Es absurdo mostrar preferencia por aquellos que son opresores! Sin embargo, parece que esto ocurría en la iglesia. Santiago alza su voz para denunciar esta conducta injusta, a fin de que no continúe en la comunidad de creyentes. La explotación de los pobres es todavía un problema de nuestra sociedad; pero esta conducta debe ser desechada y denunciada por la iglesia.[8]

También plantea el problema del juicio fraudulento y sin misericordia.[9] Normalmente esta es la conducta de los ricos egoístas e inhumanos que no se compadecen del pobre y que les importan más sus ganancias que la situación de sus deudores. Con la pregunta: ¿No blasfeman ellos el buen nombre que ha sido invocado sobre vosotros? parece que Santiago se refiere a una humillación mucho más profunda, más allá de las cosas materiales, que arremetía contra la moral y las creencias de los cristianos.[10] Estos ricos insensibles blasfeman el buen nombre del Señor. Es fácil imaginar que si un creyente pobre debía algo a un rico éste hablaría mal tanto del cristiano como de Cristo mismo.

En los vv. 8-11 se presenta el concepto que la acepción de personas está en conflicto con la Palabra de Dios. El texto plantea básicamente dos asuntos respecto a las Escrituras y la conducta cristiana. 1) Confronta a los creyentes con “la ley del amor” [11], de la cual son transgresores toda vez que hacen distinción de personas (vv. 8, 9). 2). Les recuerda a los creyentes la unidad de las Escrituras, de modo que al dejar de cumplir sólo uno de los mandamientos se hacen culpables de todos (vv. 10, 11). La declaración del v. 8 es el punto central de estos versículos: Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.[12] Pero aparentemente, no estaban cumpliendo la ley suprema. Esta ley se refiere al segundo gran mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo (comp. Levítico 19:18). Si hacían acepción de personas, eran culpables y esa misma ley los acusaba de transgresores (v. 9).

Los vv. 10 y 11 se refieren a la unidad de la Palabra de Dios. Eso significa que al hacer distinción de personas, se quebrantaba el mandamiento de amar al prójimo, que es una parte de la Palabra de Dios y en consecuencia el que la quebrantaba era culpable. En este sentido, la ley suprema condena. Así que, aunque no violaran ningún otro mandamiento, la acepción de personas era suficiente para hacerlos culpables de quebrantar toda la ley. Los dos mandamientos[13] que se mencionan, adulterio y homicidio, son sólo dos ejemplos con los cuales se indica que la acepción de personas es un pecado tan grave como lo es el adulterio y el homicidio.

En los vv. 12 y 13 Santiago les dice a sus lectores que sus actos serán juzgados según los principios de las Escrituras. En el v. 12 les dice que hablen y se porten como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad. Toda conducta pasará por el juicio de Dios, cuya medida es su Palabra. Por lo tanto, los cristianos debían comportarse conforme a la enseñanza de la Escritura. Ya en 1:25 habló de prestar atención a la perfecta ley de la libertad, es decir, la Palabra de Dios, y había dicho también que debían recibir con mansedumbre la Palabra implantada (1:21). Así que, era importante que prestaran atención a la Palabra de Dios.

El v. 13 parece hacer referencia, a modo de conclusión, a la conducta de los creyentes de la cual habla en los vv. 2-4, donde se ilustra como una mala conducta, la acción de hacer distinción de personas. Por otra parte, anuncia juicio sin misericordia contra aquel que no hace misericordia. Con esta frase pudiera referirse tanto a la acepción de personas, la mala conducta de los creyentes según los vv. 2-4, como a la conducta de los ricos expresada en los vv. 6 y 7. El texto, pues, recuerda el hecho que los creyentes serán juzgados conforme a sus obras. Ante los ojos de Dios, el pecado nunca pasará desapercibido. En este sentido, el pensamiento de Santiago está dirigido tanto a los que hacían acepción de personas, como a los ricos que afrentaban al pobre.


¿Cuáles principios se derivan del texto?

Santiago exhortó a los cristianos para que actuaran con imparcialidad en el trato con los demás hermanos. Los retó a obedecer la Palabra de Dios mediante la demostración de amor a todos por igual. Entonces, puede concluirse que la imparcialidad en el trato a los hermanos es una muestra de obediencia a la Palabra de Dios. ¿Pero cuáles son unos principios específicos que se derivan de este texto? De este texto se derivan por lo menos tres principios referentes a la imparcialidad en el trato a los hermanos en la iglesia.

1. La acepción de personas está en conflicto con la dignidad humana. Aunque el sistema de este mundo valora a las personas sobre la base de lo que poseen, la Palabra de Dios nos enseña que debemos valorarlas por lo que son y no por lo que tienen. Así actúa Dios. Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Por lo tanto, la acepción de personas es un acto contrario a lo que Dios hace. La acepción de personas –en la comunidad a la cual escribió Santiago– sucedía cuando entraba un hombre “distinguido” en las reuniones y lo sentaban en el mejor puesto al lado de los líderes, y al entrar un hombre pobre lo sentamos lejos y le prestamos poca atención. Con semejante acto, despreciamos tanto a la persona y sus capacidades, como a Dios. En este sentido, la acepción de personas era un acto descarado que atentaba contra la dignidad humana.

2. La acepción de personas es un desprecio a la Palabra de Dios. El estilo de vida de nuestra sociedad revela a todas luces un desprecio a la Palabra de Dios, pero los cristianos debemos valorar y obedecer la Palabra de Dios. Toda vez que hacemos acepción de personas, no solo despreciamos a Dios y su Palabra, sino que entramos en conflicto con nuestros principios de fe que se fundamenta en lo que Dios dice. El argumento de Santiago es que la Palabra de Dios es coherente y con sólo quebrantar una de sus partes somos culpables de desobediencia. Toda vez que hacemos acepción de personas quebrantamos el mandamiento de amar al prójimo, que es una parte de la Palabra de Dios. Hacer acepción de personas, es despreciar a Dios y su Palabra.

3. La acepción de personas es un pecado por el cual habrá que dar cuentas. Por lo tanto, nuestra conducta cristiana debe evidenciar que obedecemos lo que enseña la Palabra de Dios. En verdad, la acepción de personas es un desprecio a Dios y a su Palabra. Este pecado será juzgado por Dios a la luz de su Palabra. Entonces, debemos ser cuidados porque hay muchas maneras como nuestra conducta pudiera alejarse de lo que Dios enseña. En la comunidad a la cual escribió Santiago el problema de la desobediencia a la Palabra de Dios se veía cuando los ricos que vivían sólo para almacenar bienes, buscando “su propio bien” y a la hora de defender su dinero eran capaces de castigar a los inocentes y aun hablar mal (blasfemar) hasta del mismo Cristo. Todas estas consideraciones deben obligar al creyente a reconsiderar lo injusto y equivocado de su actitud al tener distinción por personas a quienes sólo les importa su dinero y, a la vez, menospreciar a quienes Dios mira con misericordia y amor especial.

¿Cómo pueden aplicarse los principios del texto?

1. Es relativamente fácil caer en el pecado de favoritismo, especialmente cuando entran a la iglesia personas con buena posición económica y social, empresarios, artistas, etc. A veces se cree que si no se les dan ciertos privilegios a estas personas no se quedarán en la iglesia y, en consecuencia, tampoco se quedará su dinero y su influencia. No debemos cambiar los principios de la ética cristiana por bienes materiales. La acepción de personas también puede darse en otros ámbitos en la iglesia. Por ejemplo, en el ejercicio de ciertas actividades y ministerios en la iglesia. También ocurre cuando nos relacionamos más con ciertas personas en la iglesia, porque ellas están a nuestro nivel cultural y no prestamos atención a otras que consideramos inferiores en ese sentido. También puede ocurrir cuando se muestra cierta preferencia a una persona por su edad o por el sexo, más allá de la cortesía.

Todos somos iguales ante Dios. Todos hemos sido creados a su imagen y semejante; y también todos somos pecadores merecedores de castigo. Pero Dios, mediante el sacrificio de su Hijo, mostró su amor a todos de la misma manera. Nosotros no tenemos ninguna razón válida delante de Dios para mostrar preferencia por ciertas personas más que por otras. Hoy la acepción de personas se hace frecuentemente de manera solapada, pero es un pecado igual. En los días de Santiago, el problema se reflejaba en el trato con ricos y pobres. En verdad, las cosas no han cambiado mucho. Pero Dios, en su soberanía, ha salvado a ricos y pobres que hoy están en la iglesia. ¿Con qué derecho nos atrevemos a despreciar algunos en la iglesia y actuar así en desacuerdo con Dios? Dios dice que todos tienen la misma dignidad: los que tienen prendas y vestidos lujosos y los que no tienen nada. La verdadera riqueza y el verdadero significado de la vida no consisten en la abundancia de los bienes que una persona posee, sino en la humildad de corazón delante de Dios. Así que, tanto el rico como pobre necesitan humillarse delante de Dios. Reflexione sobre su actitud en relación con ciertas personas en la iglesia: ¿Tiene usted algunos tratos preferenciales para algunos? ¿Tiene usted alguna actitud de desprecio hacia algunos en la iglesia? Escriba un comentario al respecto y haga oración al Señor ya sea de gratitud o de confesión al Señor por su conducta.

2. Hemos dicho que la acepción de personas es un desprecio a la Palabra de Dios. Tal vez en el fondo hacemos acepción de personas porque tenemos desconfianza respecto a lo que Dios dice y confiamos más en lo que dice la sociedad. En este sentido, parece que Santiago estaba tratando de atacar una actitud de desconfianza de los creyentes con respecto a la protección del Señor. Si confiamos en que Cristo puede ayudarnos en nuestras necesidades ¿por qué queremos ganar el favor de los hombres poderosos? ¿Será acaso por el temor de que si no los adulamos mediante un trato de preferencia no nos ayudarán cuando tengamos necesidad? Si así fuese, ¿dónde queda entonces nuestra confianza en Dios? Por otra parte, si hacemos acepción de personas ¿dónde queda entonces nuestra obediencia a la Palabra de Dios si quebrantamos el mandamiento de amar al prójimo? Es necesario que evaluemos nuestra actitud hacia los demás sobre la base de la Palabra de Dios. Reflexione sobre su vida: ¿Cuán obediente es usted a la Palabra de Dios en su trato con los demás hermanos en la iglesia? Haga una lista de seis personas en la iglesia, y evalúese acerca de cómo las trata. ¿Hay algún trato preferencial para alguna de ellas? Si hay algo que mejorar al respecto, anote lo que debe hacer, ore al Señor sobre el asunto y decídase a mejorar.

3. Finalmente, hay un asunto que debemos tener claro en nuestra vida diaria: La acepción de personas es un pecado por el cual habrá que dar cuentas a Dios. Ya que esto es así, no nos queda otra cosa que tomar la firme decisión de mejorar nuestra relación con los demás hermanos en la iglesia. ¿De qué manera pudiera hacerse acepción de personas hoy? Puede ser que el trato preferencial no ocurra con nuestras acciones sino con nuestras palabras. Tal vez usted ha estado hablando mal de algún hermano. Si es así, confiésele su pecado y deje de hablar mal de él. Si ese es el caso, haga una lista de cosas buenas, positivas, que tiene ese hermano/a y haga una oración de gratitud al Señor por él.


[1]La situación que Santiago enfrenta parece referirse el hecho de que aquellos que tenían ciertas posesiones materiales eran atendidos con privilegios en las reuniones de la iglesia, dándole a ellos la gloria que le pertenece al Señor.
[2]La práctica de la fe cristiana y la acepción de personas son incompatibles, porque está en conflicto con el principio de la unidad de la iglesia.
[3]La acepción de personas es una amenaza en cualquier comunidad y en cualquier nivel de las relaciones humanas. En la sociedad se consiguen muchos motivos para asumir tal conducta; en la comunidad cristiana no debería haber ningún motivo para semejante conducta.
[4]Parece que Santiago está hablando de un representante del gobierno romano. Las características, anillo de oro y ropa lujosa, eran propias de estas personas. El texto no nos dice si estas personas eran cristianas. En todo caso, si eran cristianos, todavía no habían comprendido lo que significa ser Cuerpo de Cristo, pues estaban dando lugar y aceptando que se hiciera distinción de personas en la iglesia.
[5]La Biblia de Jerusalén tiene: ¿No sería esto hacer distinciones y juzgar con criterios falsos?
[6]No debemos pensar que Dios honra a los pobres por ser pobres y deshonra a los ricos por ser ricos. Lo que Santiago quiere decir es que los creyentes no actuaban correctamente al hacer acepción de personas cuando honraban al rico y deshonraban al pobre.
[7]Muchas de las riquezas de las personas acaudaladas en todos los tiempos provienen de la explotación u opresión de otros. No decimos que todos los que han logrado riquezas materiales lo han hecho a través de la explotación. Pero la explotación por parte de los que más tienen es no sólo una tentación, sino una práctica común.
[8]La situación de injusticia había sido condenada por Dios en tiempos de Moisés (Éxodo 22:25), fue parte de las reformas que Nehemías inició en Israel (Nehemías 5:1-19) y era parte de las denuncias y reclamos de los profetas (Amós 4:1).
[9]Los ricos arrastraban a sus deudores a los tribunales. Parece que la costumbre de aquella época era que si un acreedor encontraba en la calle a alguien que le debía, podía tomarlo por el cuello, casi ahorcarlo y arrastrarlo a los tribunales.
[10]De manera despectiva a los seguidores de Cristo se les llamó cristianos, pero para ellos tal nombre era un honor. Por otra parte, el nombre de Cristo era muy relevante pues no sólo se bautizaban en su nombre sino que este era su testimonio: Jesucristo es el Señor. Santiago pudiera estar recordando aquí las palabras de Amós (9:12).
[11]En realidad, la reina de las leyes es el primer mandamiento: Ama al Señor tu Dios. Pero, ciertamente, Jesús colocó al segundo mandamiento, Ama a tu prójimo como a ti mismo, a la par del primero. En este sentido, esta es la ley real o suprema: de ella depende toda la ley. Jesús dijo que junto al mandamiento de amar a Dios por sobre todas las cosas está el mandamiento a amar al prójimo. Estos dos forman el núcleo de toda la ley y los profetas.
[12]Parece que los cristianos a quienes escribe Santiago pensaban que, por cuanto daban honor al visitante con vestido lujoso y anillo de oro, estaban cumpliendo el mandamiento de amar al prójimo; pero no se daban cuenta que al mismo tiempo estaban quebrantando ese mismo mandamiento al despreciar al pobre.
[13]Siempre ha habido el pensamiento errado de hacer una “clasificación de pecados”. Por lo general la gente piensa que adulterio y homicidio son pecados graves, pero hacer acepción de personas (la parcialidad) no es nada grave. Santiago dice que este es un concepto equivocado.