miércoles, 12 de enero de 2011

Reflexiones en Romanos 5:1-11 (Parte 1)

Nuestra relación con Dios
Romanos 5:1-11
(Primera parte)


El mensaje central de la carta a los Romanos puede resumirse en esta afirmación: el justo vivirá por la fe. El escritor inspirado por el Espíritu Santo afirma que en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por la fe de principio a fin (1:17). En verdad, puede decirse que toda la carta a los Romanos es una interpretación de lo que esa justicia que proviene de Dios significa para los que creemos en Jesucristo. Un concepto fundamental presentado en Romanos, a manera de contraste, es que en Adán, como consecuencia de su pecado, todos los seres humanos han muerto; pero ahora, por la fe en Jesucristo, todos pueden alcanzar la vida (5:8, 18).

Después de presentar la esencia de su argumento en Romanos 1:16, 17, el apóstol plantea la gravedad del pecado y la manera como éste ha afectado a todos los seres humanos, colocándolos irremediablemente bajo juicio y condenación (1:18-3:20). El apóstol deja bien clara la imposibilidad del ser humano para librarse de su culpa; pero a la vez, le ofrece esperanza. Por eso, desde 3:21 hasta 4:25 presenta la única respuesta posible para el problema del pecado y su consecuencia de muerte: La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen (Romanos 3:22). En efecto, en 3:21, 22 dice que ahora... se ha manifestado la justicia de Dios de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen (comp. 3:25). En 5:1-8:39 enseña que en Jesucristo hay liberación de la ira de Dios, liberación del poder del pecado, liberación del poder de la condenación de la ley y liberación del poder de la muerte. ¡Por Jesucristo somos libres de toda condenación! Esto queda fuera de toda duda con la conclusión presentada en 8:1: Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús…

En 4:21-25 se presenta un resumen de esa justicia que proviene de Dios, la cual trae la salvación a todos los que creen en él. En el capítulo 5, donde está el texto que encabeza esta reflexión, el autor desarrolla el argumento que expone el sacrificio de Jesucristo como el acto único y suficiente para liberar al ser humano de la ira de Dios. La primera parte del capítulo (5:1-11) habla del alcance de la justificación del ser humano delante de Dios. Según este texto, la justificación por la fe en Jesucristo nos ha librado de la ira de Dios. Como resultado de esto, ahora tenemos una nueva relación con Él. Pero ¿qué significa realmente esto? Para clarificarlo es importante analizar cuidadosamente estos versículos. Para comenzar, podemos decir que la afirmación central de Romanos 5:1-11 está dada en el v. 1 como una propuesta sobre la cual se desarrolla el contenido de todo el párrafo es que ... tenemos paz por medio de nuestro Señor Jesucristo. (En realidad esta afirmación tiene sentido pleno, sólo sobre la base de la declaración del versículo anterior [4:25]. Cristo fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para librarnos de culpa.) El concepto de la justificación se repite en el v. 9 [Y ahora que hemos sido justificados por su sangre... por medio de él seremos salvados del castigo de Dios] y de manera implícita está expresado también en el v. 8. La enseñanza central de este párrafo puede expresarse bien en los siguientes términos: Por medio de Jesucristo tenemos una nueva relación con Dios. El sacrificio de Cristo no sólo libera al ser humano del castigo de su pecado, sino que le da ciertos beneficios que le devuelven la esperanza mientras vive en este mundo de desesperanza hasta la manifestación plena la esperanza viva en Jesucristo.

Los vv. 1-5 señalan algunas de las bendiciones que tenemos a través de Jesucristo. Las tres primeras afirmaciones de los vv. 1, 2 (tenemos paz... tenemos acceso a esta gracia... y nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios) indican claramente que hay una nueva relación con Dios, por cuanto la comunión con Él ha sido recuperada. Los vv. 3, 4 muestran que debido a la nueva relación con Dios, ahora tenemos una actitud positiva frente a los problemas y tensiones de la vida, por cuanto éstas fortalecen nuestra fe. Y el v. 5 añade que ahora tanto el amor de Dios como su misma presencia están en nosotros por el Espíritu Santo, de modo que tenemos absoluta seguridad de la esperanza y no hay nada que pueda desilusionarnos respecto al evangelio, porque estamos seguros del amor de Dios en nosotros.

Los vv. 6-8 resumen el acontecimiento histórico de la cruz y le dan significado en el contexto de una gran necesidad humana: la necesidad de la vida. Estos versículos muestran tanto el precio pagado por nuestra salvación [justificación] como la más contundente demostración de amor que jamás haya conocido el ser humano.

Los vv. 9-11 extienden las bendiciones de la obra de Cristo hacia la eternidad. No sólo hablan de la seguridad de que fuimos salvos y somos salvos, sino que seremos salvos de la ira en el día del justo juicio de Dios. Recalcan, además, no sólo el hecho de que cuando éramos enemigos Dios nos reconcilió por la muerte de su Hijo, sino que además, por cuanto Jesucristo vive, también seremos salvos por su vida. ¡Por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos sido liberados de la ira de Dios! Hemos sido justificados delante de Dios y tenemos una nueva relación con él, tenemos salvación.

La nueva relación con Dios que se expone en el párrafo de Romanos 5:1-11 es ampliamente discutida en los próximos capítulos de este libro. Pero hay unos asuntos fundamentales que se expresan en este texto. ¡Vale la pena revisarlos con cierto detenimiento!

En primer lugar, se observa que el sacrificio de Jesucristo es la base de la nueva relación del ser humano con Dios (5:1-5). En esa nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias por la fe en la obra de Cristo. Es claro que en estos versículos el apóstol habla acerca de los efectos (resultados) de la justificación sobre aquellos que aceptan la obra de Cristo mediante un acto de fe. Se revelan aquí tres grandes pensamientos cargados de bendiciones para el creyente. Se habla de la relación de comunión con Dios que tienen aquellos que por fe han sido justificados (vv. 1, 2); se expone también acerca de la actitud positiva que el creyente ha de asumir frente a las dificultades de la vida que lo ayudan a crecer en la fe, (vv.3, 4); y se habla también de la recepción del Espíritu Santo, que da al creyente la seguridad plena ante cualquier afrenta (v. 5). Así que, los vv. 1-5 dan base suficiente para afirmar que por el sacrificio de Jesucristo los cristianos tenemos una nueva relación con Dios.

La nueva relación con Dios a través de Jesucristo abre un nuevo horizonte para la vida humana (vv. 1, 2). En 3:23 (comp. 5:12) Pablo había presentado una trágica verdad: el pecado separó al ser humano de la gloria de Dios. Ahora, sobre la base de haber sido justificados delante de Dios, en estos primeros dos versículos el apóstol hace tres extraordinarias afirmaciones con las cuales deja claro que la nueva relación con Dios a través de Jesucristo abre un nuevo horizonte para la vida humana. Habiendo sido justificados por la fe: 1. Tenemos paz con Dios (v. 1). 2. Tenemos acceso a esta gracia en la cual estamos firmes (v. 2a). 3. Nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios (v. 2b).

Lo primero que el texto dice es que los cristianos tenemos paz con Dios (v. 1). Más adelante, en el v. 10, el apóstol reafirma lo que antes había dejado bien claro: Éramos enemigos de Dios, separados de su gloria, pero por Jesucristo fuimos reconciliados (comp. 3:23, 24). La historia del Génesis (cap. 3) cuenta que el ser humano, en un acto de desobediencia representado en Adán, le dio la espalda a su Creador y desde allí quedó bajo la ira de Dios y bajo sentencia de muerte. Pero en Jesucristo hemos sido reconciliados, de modo que tenemos paz con Dios.

Ser justificados significa estar libres de la condenación, libres de la ira de Dios; significa que ahora tenemos paz con Dios. La justicia de Dios que pesaba sobre el ser humano, la paga del pecado, fue echada sobre Cristo. Una vez pagado el precio, somos declarados justos y no hay más acusación que pueda prosperar (comp. 8:1, 31-39). La frase por medio de nuestro Señor Jesucristo hace hincapié en la importancia del instrumento mediante el cual fuimos reconciliados. Con autoridad plena el apóstol puede afirmar que tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Las relaciones de amistad entre Dios y los seres humanos se habían roto, pero ahora la comunión ha sido restablecida. El sacrificio de Jesucristo es suficiente para el perdón de nuestros pecados. ¡Tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo! ¡Somos liberados de la ira de Dios!

El segundo asunto que plantea el texto es que los cristianos tenemos acceso a la gracia de Dios y nos mantenemos firmes en ella (v. 2a). Es bien claro en el texto que esta bendición también es recibida por medio de Jesucristo: Por medio de quien también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia. ¿Pero qué quiere decir el apóstol con la frase a esta gracia? La palabra también indica que se refiere a algo diferente a la paz con Dios, pero a la vez viene de la misma fuente. Hay la posibilidad que esta gracia se refiera al hecho de haber sido justificados, lo cual ha sido verdaderamente un gran favor inmerecido (3:24). Pero como está presentada la afirmación, el acceso por la fe a esta gracia, muestra que es una consecuencia más de la justificación y como tal es algo diferente a ella. El acceso a esta gracia se refiere a la libertad para entrar a la presencia de Dios, sin otro intermediario aparte de Jesucristo.

Los que hemos sido justificados por la fe en Jesucristo no sólo tenemos paz con Dios, sino que también tenemos acceso seguro ante Él; es decir, somos introducidos al trono de Dios por medio de la obra de Jesucristo y ahora podemos estar en su comunión. Es como si el mismo Jesucristo tomara de la mano al cristiano y lo presentara ante el Padre. En Jesucristo hemos pasado de muerte a vida, de condenación a justificación, de un estado de desgracia y desesperanza a un estado de gracia y esperanza, en la cual estamos firmes. Es así, por cuanto no depende de los débiles esfuerzos humanos, sino del inapreciable precio pagado por Cristo y su autoridad para introducirnos al trono de Dios. Tenemos libertad para entrar a la presencia de Dios sin ningún otra intermediación que Jesucristo.

El v. 2b presenta una tercera bendición, como resultado de haber sido justificados delante de Dios. El texto enseña que el cristiano se regocija en la esperanza de la gloria de Dios. Una de las verdades más hermosas de la fe cristiana es que el futuro no es incierto, hay esperanza segura (v. 5). Como resultado de haber sido justificados delante de Dios por medio de Jesucristo, nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Hay alegría por la recuperación de lo perdido. Por supuesto, la esperanza cristiana es un concepto muy amplio, y se extiende a todo lo que el Señor ha prometido, pero aquí se trata específicamente de la esperanza de la gloria de Dios. En Jesucristo se recupera la esperanza. En él se recuperó lo que se perdió por causa del pecado de Adán. Este es un gran motivo de regocijo para todos los que confesamos que Jesucristo fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para librarnos de culpa (4:25). La gloria perdida por causa del pecado ha sido devuelta por medio de Jesucristo. ¡Se nos devolvió la esperanza!

Los vv. 3, 4 constituyen otro bloque de pensamiento muy relacionado con el anterior. Ahora se plantea la actitud positiva que asume el cristiano frente a las dificultades de la vida. Este es otro resultado de haber sido justificados por la fe en Jesucristo. En el v. 2 Pablo ha dicho que nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Por supuesto, gloriarse o alegrarse en la esperanza no es lo extraordinario. ¿Quién no se alegra si tiene esperanza? Pero en el v. 3 se añade que también nos gloriamos en las aflicciones y esto sí se sale de lo común. No dice el texto en qué consistían estas tribulaciones, pero a juzgar por lo que Pablo escribe más adelante, en 12:14-21, los cristianos tenían muchas asechanzas y luchas. El texto no dice que el creyente se complace en las aflicciones, en las presiones de la vida, sino que se goza por causa de las oportunidades que éstas le proporcionan para crecer.

Lo normal para el ser humano es que de las aflicciones nace la depresión y la desilusión; pero para el cristiano es totalmente diferente y en las aflicciones se fortalece la esperanza. Cuatro asuntos se presentan en cadena, uno tras otro, como eslabones que fortalecen las cadenas de la libertad cristiana. Lo que aparenta ser motivo de debilidad se constituye en motivo de fuerza y fortaleza, de modo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter aprobado y el carácter aprobado produce esperanza (RVA). La obra de Cristo ha dado también al creyente una actitud positiva ante las dificultades que lo ayuda a crecer en la vida cristiana. En realidad el concepto de esperanza cobra significado en un contexto de conflictos, y esa es la situación del creyente en este mundo hostil.

El v. 5 pone en alto de nuevo el concepto de esperanza de una manera más objetiva. Ahora afirma que la esperanza no avergüenza porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado. Así que, la presencia de Dios en la vida da seguridad para afirmar la vida cristiana en un mundo de maldad (muerte). El texto plantea dos razones por las cuales la esperanza no avergüenza: a) El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones y b) el Espíritu Santo nos ha sido dado.

Ante una avalancha de presiones y aflicciones es fácil ser víctima de la desilusión; pero para sorpresa del mundo, el cristiano sale fortalecido. El texto deja constancia de poderosas razones para que el creyente mantenga su frente en alto aún en medio de las aflicciones: porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Más adelante afirmará que no hay ninguna cosa creada que pueda separarnos del amor de Dios (8:37-39), de modo que la desilusión con respecto a la esperanza no tiene posibilidades de prosperar en el corazón de los que hemos sido justificados por medio de la fe en Jesucristo. Se ha dicho que el amor es la fuerza más poderosa del mundo. Y cuando se trata del amor de Dios hacia los seres humanos no hay barrera que se interponga (comp. 8:39). ¡En Jesucristo somos más que vencedores! Todo esto es parte de nuestra nueva relación con Dios por la fe en Jesucristo.

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