Mateo
7:21-23
(Exposición
en la Iglesia Gilgal, Maracay, 17-03-2013)
Introducción:
El tema de esta mañana (tarde)
se refiere a “El más grande desafío a un
discípulo de Jesucristo.” Bien sabemos que nuestra salvación es por la gracia
y sólo por la pura gracia de Dios, mediante el sacrificio de Jesucristo. Allí
nada tuvimos que hacer nosotros. El “nos salvó, no por obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito
3.5). Pero una vez salvados,
tenemos un compromiso como hijos de Dios. Este compromiso tiene una proyección
en dos direcciones: una dirección vertical y una dirección horizontal. Esto
significa que ahora que somos hijos de Dios, tenemos que mirar hacia arriba y también tenemos que mirar con atención a nuestro alrededor. En nuestra mirada
hacia arriba alabamos y adoramos al Señor con todo nuestro ser; y en nuestra
mirada a nuestro alrededor nos solidarizamos con nuestro prójimo en sus
necesidades con todas nuestras fuerzas.
Entonces,
una vez salvados, una vez resucitados con Cristo, tenemos vida y entramos a la
acción, comenzamos el peregrinaje cristiano, asumimos el camino de la vida nueva. Y en este peregrinaje es
necesario que no detengamos el paso, sino que avancemos día a día por el camino
estrecho, que es el camino de la vida; porque al final, según las palabras de
Jesús, seremos evaluados no por lo que hizo Dios, sino por lo que hagamos
nosotros, por nuestras acciones en relación con nuestro prójimo.
Ahora, hemos dicho que
queremos reflexionar en El más grande
desafío a un discípulo de Jesucristo. ¿Pero cuál es ese desafío? Se trata
de un tema crucial, un tema fundamental de la fe cristiana, pues de él depende verdaderamente
la vida. Tan relevante es este desafío que Jesús mismo lo presenta como el
punto central en su gran discurso conocido como “El Sermón del Monte”. En este Sermón, presentado en Mateo capítulos
5 al 7, Jesús habló de muchos temas, pero hay uno que está por encima de todos,
hay uno que sobresale, uno que es superlativo. Es el tema con el cual comienza
el discurso y con el cual también lo termina.
¿Cuál ese desafío que Jesús
les presenta a sus discípulos en este discurso? Él les dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra y ustedes son la luz del mundo; pero ese
no es el más grande desafío, aunque es parte de él. En verdad, el más grande
desafío de Jesús a los discípulos es LA
OBEDIENCIA a la Palabra de Dios (5.19;
7.24). Y es de verdad un desafío, porque obedecer es uno de los asuntos más
difíciles en la vida. Pero ¿qué significa obedecer? Obedecer
es aceptar y cumplir la voluntad de otra persona que está por encima de
nosotros en una determinada situación. La verdad es que a todos nos cuesta obedecer. La
desobediencia no es sólo un problema de los niños, lo es también de los
adultos, lo es de todos nosotros. Bien sabemos que cuando la desobediencia se
hace presente, llega el caos, el sufrimiento, la incertidumbre; pero eso parece
que no nos importa mucho. Pero la desobediencia paga muy caro. Desde el
principio, en el Edén, cuando Adán desobedeció la Palabra de Dios: llegó la
desesperanza, llegó la muerte. Dice la Biblia: Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El
pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos,
porque todos pecaron (Rom. 5.12). Por alguna razón, desde
entonces, la tendencia humana es la DESOBEDIENCIA, –no importa la cultura, la
edad, el sexo, la clase social, etc.-, la tendencia es la desobediencia. Pero Dios
siempre ha exigido y exige obediencia a su Palabra…. Por eso:
Los
discípulos de Jesús se distinguen por su obediencia a lo que él enseñó! En esta ocasión centraremos el mensaje en la
exposición de
Mateo 7:21-23
21 »No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en
el reino del cielo. Sólo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad
de mi Padre que está en el cielo. 22 El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor!
Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos
milagros en tu nombre”. 23 Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí,
ustedes, que violan las leyes de Dios”.
(Nueva traducción viviente)
Con demasiada frecuencia confesamos a Dios con nuestros labios y lo negamos
con nuestras vidas. Pero habrá un día cuando Dios ajustará las cuentas. En
verdad, no es difícil recitar un credo; pero sí es difícil llevarlo a la
práctica: exige compromiso, mucha dedicación y disciplina, exige renunciar a mi
propia vida para anunciar a Jesucristo. Aun Francisco I, en su primera misa como Pontífice, dijo:
“Nosotros podemos caminar todo lo que queramos, podemos
edificar muchas cosas, pero si no proclamamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos
convertimos en una ONG piadosa, pero no en la iglesia, esposa de Cristo.”
Es que la fe cristiana que anunciamos con nuestros labios, sin una vida transparente
que la respalde, es una contradicción y en definitiva es una grotesca mentira.
En este sentido, el texto bíblico que acabamos de leer nos presenta un
verdadero desafío a todos los que hemos asumido el compromiso de seguir a
Jesucristo. A todos los que decimos
llamarnos discípulos de Jesús de Nazareth se nos plantea el reto a obedecer y enseñar a obedecer las cosas que
el Señor nos ha mandado.
1. Qué dice el texto?
En resumen, el texto dice
que los verdaderos discípulos se distinguen
por su obediencia a la
Palabra de Dios.
Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como
un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los
vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba
cimentada sobre la roca.26 Pero todo el que me oye estas
palabras y no las pone en práctica
es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los
vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.
Entonces, el asunto crucial para el discípulo de Jesús es
la obediencia. Pero lamentablemente, no todos están dispuestos a obedecer, a
seguir la voluntad de Dios, aunque aparenten ser discípulos de Jesús. Lo que Jesús dice es que quien pretenda ser un
discípulo de Él y a la vez es desobediente a la Palabra de Dios, es un falso discípulo, es un falso cristiano. Porque la obediencia a la Palabra de Dios es lo que
distingue al verdadero discípulo de Jesucristo.
Entonces, todo o nada; Jesús es radical y exige
obediencia incondicional. Y la obediencia que él exige ha sido revelada en la
Palabra de Dios, expresada por escrito con toda claridad para nuestra
instrucción y conducción de la vida. Al final de la narrativa de Mateo, en la
Gran Comisión, Jesús les dijo a sus discípulos: “Enséñenlos a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.
2. Otro asunto que enseña el texto es que el discípulo se
identifica por lo que es, más que por lo que hace para ganarse el favor de Dios. Así
que, la única credencial válida del
discípulo es conocer a Jesucristo y ser conocido por él (cf. Juan
17.3: Y
ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien tú has enviado.)
Entonces,
que haya hechos extraordinarios no es una garantía de que procedan de Dios. En
el Antiguo Testamento, en días de Moisés los hechiceros de la casa del Faraón lograron
algunas manifestaciones extraordinarias, pero no eran de Dios (comp. Éxodo 7). Por otra
parte, Jesús dijo que llegará el día cuando aparecerán falsos cristos y
falsos profetas que harían prodigios y señales (Mateo 24:24). Y el apóstol
Pablo escribió que llegará un día cuando aparecerá el hombre de pecado, aquel “inicuo, cuyo advenimiento es por obra de
satanás, con gran poder y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad…”
(2 Tes. 2.9, 10).
¿Recordamos lo que pasó en los días de Moisés y el Pueblo de Israel en
Egipto? Los falsos, los hechiceros, quisieron hacer una caricatura de la
verdad; lograron algo, pero finalmente fracasaron. Dice el relato que: “Aarón
tiró su vara al suelo delante del faraón y de sus funcionarios, ¡y la vara se
convirtió en una serpiente!11 Entonces el faraón llamó a
sus sabios y a sus hechiceros, y los magos egipcios hicieron lo mismo con sus
artes mágicas: 12 tiraron
sus varas al suelo, ¡y las varas también se convirtieron en serpientes! Pero la
vara de Aarón se tragó las varas de ellos.” (Éxodo 7.10-14). Satanás siempre ha
sido un imitador y a veces ha resultado ser un buen imitador, pues se disfraza como ángel de Luz. Pero la Escritura
dice que Satanás ya ha sido vencido por Cristo en la cruz. Dice la Escritura
que: Él
–Cristo– anuló el acta con los cargos que había
contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa
manera, desarmó a
los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente
con su victoria sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2.14,15)
Conclusiones
¿Entonces, cómo
debemos vivir? Hemos concluido que el mensaje de Mateo 7.21-23
se centra en la obediencia a nuestro Señor Jesucristo. Pero sabemos que obedecer
no es nada fácil. Aun el Salmista David tuvo que orar así: Enséñame
a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra
de rectitud. (Salmo 143:10). Así
que, Dios
nos exige la obediencia, aunque a veces esto parezca un absurdo. Déjenme
contarles una historia, una historia bíblica que nos muestra lo difícil que es,
a veces, obedecer. Está en 2 Reyes 5:9-15 y trata de Naamán, un leproso que
era jefe del ejército del rey de Siria.
Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho
prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el Señor le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero
estaba enfermo de lepra.
2 En cierta
ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita
y la hicieron criada de la esposa de Naamán. 3 Un día la muchacha le dijo a
su ama: «Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo
sanaría de su lepra.»
4 Naamán fue a
contarle al rey lo que la muchacha israelita había dicho. 5 El rey de Siria le
respondió:
—Bien, puedes ir; yo le
mandaré una carta al rey de Israel.
Y así Naamán se fue,
llevando treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. 6 La carta que le llevó al rey
de Israel decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán,
uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra.»
7 Al leer la
carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: «¿Y acaso soy Dios,
capaz de dar vida o muerte, para que ese tipo me pida sanar a un leproso?
¡Fíjense bien que me está buscando pleito!»
8 Cuando Eliseo,
hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las
vestiduras, le envió este mensaje: «¿Por qué está Su Majestad tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay profeta en
Israel!»
9 Así que Naamán,
con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la
puerta.10 Entonces Eliseo envió un mensajero a que le
dijera: «Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y
quedarás limpio.»
11 Naamán se
enfureció y se fue, quejándose: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme
personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la
lepra! 12 ¿Acaso los ríos de Damasco,
el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría
zambullirme en ellos y quedar limpio?» Furioso, dio media vuelta y se marchó.
13 Entonces sus
criados se le acercaron para aconsejarle: «Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no
le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se
zambulla, y así quedará limpio!» 14 Así que Naamán bajó al
Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios.
¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio!
¿Nos
damos cuenta? No fue fácil para Naamán obedecer. Sencillamente, le parecía un
absurdo, una locura, lo que el profeta le pidió que hiciera. Pero volvamos a
nuestro tema referente a la obediencia del discípulo. ¿Cómo podemos
mostrar que obedecemos a Jesús? ¿Cuales pudieran ser algunos asuntos concretos
que nos indican obediencia a él? Al
comenzar su exposición, Jesús dijo: “Hagan
brillar su luz delante de todos, para que vean vuestras buenas obras”. Más
tarde, el apóstol Pablo escribió que: Somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…” (Ef. 2.10). Entonces, somos salvos por la gracia de Dios
y solo por su gracia; pero Jesús dice
que ahora es necesario hacer la voluntad
de Dios, es decir, es necesario obedecer lo que él ha mandado. ¿Pero qué
nos ha mandado Jesús? Él dejó a sus discípulos muchos mandamientos, por
ejemplo: “Hagan discípulos” (Mateo
28:19), Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y
yo les daré descanso (Mateo
11.28), Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta
(Mat. 18.15). Y así, hay muchos otros mandamientos de
Jesús que con cierta frecuencia pasamos desapercibidos. Pero hay un mandamiento
de carácter superlativo. El
cumplimiento de este mandamiento, dijo Jesús, es el distintivo de un discípulo: Dijo Jesús a sus discípulos: Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los
otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los
otros. 35 De
este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
(Juan 13.34, 35) Entonces, si somos discípulos, si somos verdaderamente
cristianos, debemos obedecer este mandamiento. Debemos amarnos unos a otros.
¿Cómo podemos amar, como podemos hacer el bien en un mundo donde reina el
mal? W. Shakespeare dijo: “Vivo en un mundo donde el hacer daño merece a menudo
alabanzas, y el hacer el bien se considera a veces como una locura.” Ese parece también nuestro mundo. Pero
debemos hacer el bien al prójimo, aunque esto parezca una locura.
Por supuesto, amar a quien nos ama es cosa fácil, hasta yo soy capaz de
hacerlo. Pero amar a quien no nos ama es otra cosa. Jesús se refirió a esto
cuando dijo: Si ustedes aman solamente a quienes los aman,
¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de
impuestos? Y
si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen
esto hasta los gentiles? (Mat. 5:46, 47).
No necesitamos hacer grandes cosas, pero debemos servir a nuestro prójimo
en sus necesidades, debemos amar a nuestro prójimo. El apóstol Juan dijo: 16 En
esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por
nosotros. Así también nosotros debemos
entregar la vida por nuestros hermanos. 17 Si
alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y
no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en
él? 18 Queridos
hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de
verdad.
Y en 4:20, el mismo apóstol escribe: Si
alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues
el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no
ha visto. 21 Y
él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. Entonces, De este modo todos sabrán que son mis
discípulos, si se aman los unos a los otros.
La
madre Teresa de Calcuta (1920-1997 dijo en una ocasión: “Ama hasta que te
duela. Si te duele, es una buena señal. Has comenzado la dicha de amar.” Y el poeta lo expresó en estos términos:
“Ama si QUIERES ser feliz,
Ama y Todo cambiará,
Ama Y ASI comprenderás,
La Alegría de Vivir.”
Según el pensamiento de Jesús, al final cuando estemos
delante de él en el juicio de las naciones, no seremos reconocidos por los
asuntos meramente religiosos, ni por acciones extravagantes, sino por acciones sencillas
de bien hacia el prójimo:
31 »Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono
glorioso. 32 Todas las naciones se
reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor
las ovejas de las cabras. 33 Pondrá las ovejas a su derecha,
y las cabras a su izquierda.
34 »Entonces dirá el Rey a los
que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido;
reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del
mundo.35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de
comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36 necesité ropa, y me
vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me
visitaron.” 37 Y le contestarán los justos:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de
beber? 38 ¿Cuándo te vimos como
forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o
en la cárcel y te visitamos?” 40 El Rey les responderá: “Les
aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más
pequeño, lo hicieron por mí.”
41 »Luego dirá a los que estén
a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y
ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; 43 fui forastero, y no me
dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel,
y no me atendieron.” 44 Ellos también le
contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero,
o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” 45 Él les responderá: “Les
aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco
lo hicieron por mí.” 46 »Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mat.
25.31-46)
Hay una antigua leyenda según la cual, Martín de Tour, un soldado romano, cristiano, un día frío
de invierno entraba en una ciudad cuando un mendigo lo detuvo y le pidió una
limosna. Martin no tenía dinero, pero el mendigo tiritaba y temblaba de frio, y
Martin le dio lo que tenía. Se quito la capa de soldado, ya muy usada y
gastada, la partió en dos y le dio la mitad al mendigo. Esa noche, mientras
dormía, Martín tuvo un sueño. Vio los lugares celestiales, vio los ángeles y a
Jesús en medio de ellos. Notó que Jesús llevaba la mitad de la capa de un
soldado romano. Uno de los ángeles se le acercó y le preguntó: ¿Maestro, Maestro
por qué llevas esa capa tan vieja y gastada? ¿Quién te la dio? A lo que Jesús
respondió: “Me la dio mi siervo Martin”...
En verdad, cuando aprendemos la generosidad que ayuda a los demás en sus
necesidades en forma desinteresada, aunque sea muy sencilla, conocemos la
alegría de ayudar al mismo Jesucristo, de obedecer lo que él nos ha mandado.
Que
mi vida entera esté consagrada a ti, Señor
Que mi vida entera esté
Consagrada a Ti, Señor;
Que a mis manos pueda guiar
El impulso de Tu amor.
Lávame en tu
sangre, Salvador,
Límpiame de toda mi
maldad;
Traigo a Ti mi vida
para ser, Señor, Tuya por la eternidad.
Que mis pies tan sólo en pos
De lo santo puedan ir;
Que mis labios al hablar
Hablen sólo de Tu amor;
|
Que mi tiempo todo esté
Consagrado a Tu loor;
Y mi mente y su poder
Sean usados en Tu honor.
Toma ¡oh Dios!, mi voluntad,
Y hazla tuya nada más;
Toma, sí, mi corazón,
Y tu trono en él tendrás por la eternidad.
|