jueves, 4 de agosto de 2011

Hacia una lectura comprensiva de la Biblia (1)

Desarrollo Cristiano Bíblico
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Hacia una lectura comprensiva de la Biblia
(Parte I)

En el primer siglo de la era cristiana, el apóstol Pablo le presentó una comprometedora exhortación a su hijo y colega Timoteo. Esta exhortación constituía un verdadero desafío que es pertinente también a nuestra generación, al comienzo del siglo XXI. Dice así:
Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad.” [1]                                                               
(2 Timoteo 2:15, NVI).

Pablo pensaba que ser un obrero aprobado ante Dios exigía cierto grado de esfuerzo, que implicaba disciplina personal y mental. Se trataba de dos asuntos fundamentales para un siervo de Jesucristo: Uno tenía que ver con el hecho de que “no tenga de qué avergonzarse” y el otro se refería a la “recta interpretación de la palabra de verdad.” (La BLA dice: que maneja con precisión la palabra de verdad) Uno se centra más en el sentimiento y el otro en el pensamiento; uno apunta a la conducta y el otro al mensaje del obrero aprobado. En resumen, el consejo del apóstol tenía que ver tanto con la piedad como con la verdad del obrero aprobado, con lo que hace y con lo que dice.
          En el prólogo de su libre “Huyendo de la Razón”, el Dr. Francis Schaeffer, escribió:
Cada generación de cristianos tiene el problema de aprender a hablar de manera significativa a su propia época. Este problema no puede ser resuelto sin una previa comprensión de los cambios de las situaciones existenciales con que la Iglesia tiene que enfrentarse.”

¡Los obreros aprobados tenemos que estar despierto! Necesitamos meterle un ojo al texto bíblico y el otro a nuestra realidad contemporánea. Para decirlo en palabras de John R. Stott: “... se nos llama a escuchar con ambos oídos, a escuchar tanto a la Palabra como al mundo”, para ser fieles al evangelio y sensibles a las realidades humanas. “De manera que hoy estamos decididos a luchar con el objeto de presentar el evangelio de tal modo que haga frente a los dilemas, temores y frustraciones modernos, pero estamos igualmente decididos a no comprometer el evangelio bíblico con el fin de lograrlo.”[1]

Las preguntas que debemos hacernos, entonces, son: ¿Cómo vamos a hablar a nuestra generación? ¿Qué mensaje vamos a darle? Creo que estamos de acuerdo en que debemos hablar a nuestra generación tanto con nuestra vida (la piedad) como con la palabra del evangelio (la verdad). Porque nuestra generación “se aleja cada vez más de la piedad” y sus enseñanzas se distancian cada vez más de la verdad. Ya en su tiempo, el apóstol Pedro también exhortó a sus lectores sobre estos dos asuntos: “... honren en su corazón a Cristo como Señor. Y estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes.” (1 Pedro 3:15, NVI).


No necesitamos ser refinados analistas para darnos cuenta que la iglesia hoy, a lo menos en América Latina, está en “crisis” en lo que respecta a la verdad, a la recta interpretación de las Escrituras. La iglesia también está en “crisis” en lo que se refiere a la piedad, la “obediencia a la Palabra de Dios”, la vida coherente con el mensaje del evangelio. ¿Cómo puede haber obediencia a la Palabra de Dios si no hay fidelidad en su interpretación? Si la interpretación no es veraz, la obediencia tampoco lo será. Esta realidad se refleja hoy en un fenómeno alarmante que cada día parece ganar más espacio en medio de una sociedad egoísta y hedonista: Por una parte, para un alto porcentaje del liderazgo eclesial contemporáneo, parece que lo importante no es si lo que predican es la verdad, sino si los proyecta hacia el “éxito” (¡Todos quieren sobresalir! ¡Todos quieren subir un peldaño más!) Por otra parte, para un alto porcentaje de los feligreses, aparentemente lo importante no es si hay algo que deban obedecer, sino si lo que oyen “les hace sentirse bien”. A fin de cuentas, hoy no hay absolutos, cada individuo tiene su propia verdad. ¿Para qué preocuparse por la verdad (la fidelidad)? Hoy los valores son relativos. ¿Para qué preocuparse por la piedad? A cada rato observamos cómo grosera y descaradamente el texto bíblico es tratado con liviandad e irrespeto, y a capricho se le impone el mensaje deseado por el expositor o por el lector de turno (“¿intérprete?”). Y no es difícil encontrar líderes de la iglesia con una vida incoherente con el mensaje que predican. No hace mucho tiempo oí de un líder de una iglesia creciente en Venezuela que fue acusado de hacer negocios ilegales, por lo cual fue llevado a la cárcel. Es que hoy hay muchos que acomodan el texto a su mensaje y su conducta a las circunstancias. Parece que hasta en Juan 3:16 encuentran apoyo para hablar de la “prosperidad” y sacarle dinero a la gente. Entonces, tenemos que hacer algo. ¿Pero qué podemos hacer? Tenemos que cambiar la manera de pensar para cambiar la manera de actuar. Para esto, necesitamos un acertado acercamiento al estudio de las Escrituras, que nos ayude a comprender lo que Dios ha dicho en su palabra para la generación del siglo primero y para nuestra generación, al comienzo del siglo XXI.

A través de la historia de la iglesia, con frecuencia ha brotado la necesidad de estudiar e interpretar la Biblia de manera adecuada, porque la imposición de la falsedad se ha sobrepuesto a la exposición de la verdad. Dicho de otro modo, ha sido necesario responder con la verdad de la Palabra de Dios a las “verdades torcidas” que hombres y mujeres han presentado como la verdad del evangelio. Pero cada vez que la iglesia fue amenazada y teñida con la falsedad de la verdad, Dios levantó personas, a quienes ungió con su poder, para que bajo la dirección del Espíritu Santo respondieran con la verdad de su Palabra. Cuando la iglesia fue amenazada de muerte por el movimiento judaizante del siglo primero, Dios levantó a Pablo de Tarso quien supo interpretar el acontecimiento histórico de la encarnación de Cristo y respondió así con la verdad del evangelio. Unos años más tarde, cuando bajo la bandera del arrianismo, la deidad de Cristo era fuertemente amenazada, Dios levantó a Atanasio (junto con otros en el Concilio de Nicea, 325 a. C.), quien supo responder con la verdad de las Escrituras y la iglesia siguió su avance.  No pasaron muchos años cuando el Pelagianismo (siglo V) hizo su arremetida contra la iglesia enseñando, entre otras cosas, que la caída de Adán no afectó a la raza humana (por lo que el sacrificio de Cristo no era redentor), Dios levantó a Agustín de Hipona que supo responder a esa arremetida contra el cuerpo de Cristo.[2] Unos cuanto años más tarde parecía ganar la batalla el concepto de la salvación por las obras, pero allí Dios levantó a hombres como Martín Lutero, Juan Calvino y otros grandes reformadores del siglo XVI que supieron reinterpretar las Escrituras y dieron la respuesta acertada a la salvación por la gracia de Dios.

Han pasado los siglos y vez tras vez la iglesia ha sufrido arremetidas de muerte, pero Dios siempre ha levantado a hombres y mujeres que han vuelto a las Escrituras y Dios les ha dado la respuesta y el valor para comunicarla con autoridad. Hoy tenemos la fuerte amenaza de la Post-Modernidad, mediante la cual la iglesia es atacada tanto desde afuera como desde adentro, con postulados como  la “relatividad moral y conceptual”[3], “el desarrollo del potencial humano”, la “fe en la fe”, la “teología de la prosperidad”, “la sanidad interior”, “la unción”, “la espiritualidad superior” y el “apostolado” y el “profetismo” contemporáneos, entre otros. ¿Qué haremos?  ¿Unirnos a ellos o responderles con una sana interpretación de las Escrituras?

Ante esta realidad, debemos reinterpretar o por lo menos repensar nuestra manera de acercarnos al texto bíblico. Y debemos acercarnos de un modo tal, que no sólo podamos captar lo que el autor quiso comunicar a sus destinatarios originales, sino que también podamos captar con claridad cuáles son los principios que la Palabra de Dios enseña para nuestra generación, que ha decidido labrarse su propio destino sin Dios. Este es un asunto crítico, porque puede ocurrir que pastores y maestros apoyen ciertas enseñanzas -que presentan como la verdad-, basadas en un determinado texto bíblico, mientras un conferencista-predicador propone, a su vez, ciertos principios y dice que se derivan de ese mismo texto bíblico. De pronto, viene otro “predicador” y presenta propuestas que contradicen lo que afirman los expositores anteriores, que tenían el mismo ánimo de exponer lo que "enseña la Biblia". Esto supone que algunos de tales predicadores, si no todos, presentan ciertos principios en su exposición que en realidad nada tienen que ver con lo que enseña el texto bíblico que están usando como base para su predicación. Y aún suele suceder que en algunos estudios bíblicos los integrantes del grupo "derivan principios para su vida" de un texto, sin tomar en cuenta lo que quiso comunicar el autor a sus destinatarios originales a través de ese texto. Y hay, tal vez, los que sencillamente se conforman con "participar" de un estudio bíblico o de una predicación, sin preocuparse del compromiso que deben asumir con respecto a su mensaje. ¡Qué tragedia!

Ahora, ya que la Palabra de Dios es la máxima autoridad y guía para nuestra vida, y para nuestra creencia y enseñanza, -como sin lugar a dudas todos lo confesamos- debe importarnos muchísimo lo que Dios quiere comunicarnos a través de su Palabra. Pero debemos tener presente que la comprensión y aplicación de su mensaje está directamente relacionada con la manera como la estudiemos. En otras palabras, el método que usamos determina la interpretación a la cual llegamos, la interpretación que tengamos determina lo que creemos y lo que creemos determina lo que hacemos como cristianos. Por eso, es de suprema importante usar un método adecuado para estudiar la Biblia.

Un método adecuado para estudiar la Biblia debe conducirnos a responder de la manera más acertadamente posible la pregunta: ¿Cuál fue la intención original del autor? Sabemos que Dios nos dio su Palabra (la Biblia) a través de autores humanos. Así que, este no es un libro mágico. Él les entregó su mensaje y ellos utilizaron su propio lenguaje y estilo para comunicarlo a los seres humanos de su tiempo, quienes se encontraban en situaciones y contextos distintos a los nuestros. Así que, como punto de partida, es nuestra responsabilidad esforzarnos en el análisis del texto bíblico, a fin de comprender lo que quiso comunicar el autor a sus destinatarios originales. Sobre esta base, el método que usemos debe ayudarnos a identificar el mensaje (los principios) de la Palabra de Dios para nosotros en nuestra generación.

Al hablar de un método adecuado para estudiar la Biblia muchos dirían que debe utilizarse el “método inductivo”. Aparentemente esta es una buena respuesta. Sin embargo, aunque el método sea inductivo, puede ser mal aplicado y como consecuencia puede dar malos resultados. Lamentablemente esto es lo que ha ocurrido y lo que ocurre muchas veces en nuestro entorno. El “método inductivo” se aplica mal cuando el estudio se enfoca en los detalles del texto y no en el mensaje global que presenta. P. ej., con cierta frecuencia en la aplicación del método inductivo, el estudiante centra su atención en lo que piensa que son expresiones “doctrinales”, en palabras aisladas y detalles del texto que le parecen interesantes, sin preocuparse del contexto y el mensaje global del texto. En otras palabras, se aplica el método inductivo de una manera atomista en vez de aplicarse de una manera holística. Entonces, el método que usemos debe ayudarnos a captar la intención original del autor; de lo contrario, no es un método adecuado.

Un método adecuado para estudiar la Biblia debe tener por lo menos las siguientes características:
1) Debe ayudar al intérprete a comprender el significado del texto en su pensamiento total. Esto significa que el texto bíblico debe ser la base y el contenido del estudio. Dicho de otro modo, el estudio debe comenzar y terminar en el texto (el párrafo, el episodio o el poema).
2) Debe presentar directrices y sugerencias útiles para estudiar con orden, seriedad, sabiduría y lógica el texto bíblico. Esto significa que debe tener pasos claros que puedan aplicarse en el proceso de análisis de un texto determinado.
3) Debe respetar la intención original del autor al escribir el texto. Esto significa que debe tratarse el texto desde el punto de vista del autor, no del lector. Así que, en la interpretación del texto debe dársele al autor el crédito que él merece. En este sentido, es acertada la tesis de G. Fee: “Un texto no puede significar lo que nunca significó.”[4] Dicho de una manera positiva, “el verdadero significado de un texto bíblico para nosotros, es el que Dios se propuso originalmente que significara cuando se expresó por primera vez.” En contraposición a esta propuesta está la tesis de algunos renombrados lingüistas contemporáneos, que dicen: "Un texto nunca puede significar exactamente lo mismo."[5]
4) Debe respetar la forma de expresión o género literario del texto. Esto significa que no debe usarse el mismo proceso metodológico para un texto narrativo y uno poético, o un texto discursivo y uno narrativo. Con el género literario no sólo cambia la unidad básica del pensamiento escrito y como consecuencia la unidad básica de análisis, sino también los pasos metodológicos requeridos para el análisis y la comprensión del texto.
5. Debe dar relevancia al mensaje global del texto, más que a los detalles. Esto significa que el enfoque principal del intérprete no debe estar en detalles como frases o palabras aisladas (que, aunque sean útiles, pueden desviarlo del mensaje del texto), sino en lo global, en el propósito general por el cual el autor escribió el texto. Por eso hemos dicho que el enfoque debe ser holístico y no atomístico.
6) Debe estar sujeto al Espíritu Santo. El intérprete asume que, inspirado por el Espíritu Santo, el autor bíblico (humano) tuvo una intención al escribir el texto. Debe tomarse en serio la importancia de determinar la intención original del autor, precisamente porque éste fue inspirado por el Espíritu Santo. Pero es claro que en este proceso es necesario hacer uso de la capacidad de análisis que Dios nos ha dado a los seres humanos.
7) Debe evidenciar que el criterio para decidir si las conclusiones del estudio son bíblicas, es la Biblia misma. Esto significa que las conclusiones del análisis de un texto deben ser coherentes con el resto de la Biblia. Pero debe tenerse cuidado con la tesis de los reformadores en el sentido de que “la Biblia es su propio intérprete” (lo que se conoce como “analogía de la fe”). Siguiendo este criterio se abusa mucho de los llamados “textos paralelos” y, muchas veces, se hace caso omiso del contexto y del propósito del autor con un determinado texto.
8) Debe mostrar que el intérprete es honesto tanto con el texto que está analizando, como consigo mismo. Esto significa que cualquier interpretación que no permita que el texto bíblico comunique su intención, no es válida. La misión del intérprete no es hablar del texto, sino hacer que el texto hable.
9) Debe dar como resultado un mensaje pertinente al intérprete contemporáneo, que pueda aplicar a su vida y comunicar con claridad a otros. Esto significa que deben clarificarse los principios del texto, de modo que estos puedan ser aplicables y aplicados a la vida contemporánea en medio de sus complejidades.[6]

Ahora, quiero llamar la atención a una de las características antes expuestas. Me refiera a aquella, según la cual un método adecuado para estudiar la biblia debe respetar la forma de expresión literaria o género del texto. Así que, antes de analizar un texto bíblico cualquiera, es necesario saber a qué forma de expresión o género literario pertenece: ¿Es prosa narrativa, es prosa argumentativa (discursiva) o es poesía? Obviamente, si el texto que nos proponemos estudiar es predominantemente prosa argumentativa, lo analizaremos de una manera distinta a un texto narrativo, o poético. Por lo tanto, hemos creído necesario desarrollar procesos metodológicos adecuados a la forma de expresión literaria del texto bíblico.

Por eso, desde hace un poco más de una década, junto con Roberto Hanna, estamos trabajando en un proyecto con el propósito de clarificar y estructurar un acercamiento adecuado a la lectura y análisis del texto bíblico. Para ser más preciso, hemos comenzado a desarrollar procesos metodológicos para el análisis del texto bíblico en español que nos ayuden en el análisis, la comprensión y la aplicación del texto. En este sentido, hemos dividido los textos bíblicos en tres clases o categorías, según la forma de expresión literaria en que están escritos. Así que, hablamos de textos discursivos o de argumentación,[7] textos narrativos[8] y textos poéticos. Nos parece que todos los textos bíblicos pueden incluirse dentro de estas tres divisiones o categorías: argumentación, narrativa, y poesía. Entendemos que cada una de éstas hace hincapié en una manera de comunicar el mensaje de Dios. Por ejemplo:
-    En la argumentación (epístola y discurso) el autor presenta su razonamiento de manera directa, sincera y breve.
-   En la narrativa, el autor relata su mensaje en forma de una historia, la cual generalmente incluye narración de eventos y personajes. La narrativa es eminentemente ilustrativa.
-   En la poesía, el autor presenta su mensaje en el formato de verso, utilizando un paralelismo especial y abundante lenguaje figurado.

Entonces, en nuestro acercamiento al texto entendemos que Dios inspiró a los autores humanos a escribir de tal manera que comunicaran con claridad su mensaje a los destinatarios originales. Consecuentemente, los autores del texto bíblico utilizaron distintas formas literarias como un medio para facilitar la comunicación de su mensaje a los seres humanos de su época. Por eso, cuando leemos o estudiamos la Biblia, es de primordial importancia que tomemos en cuenta la forma literaria usada por los autores. Esto significa que al leer o estudiar un texto de los salmos debemos hacerlo de manera distinta a como leemos o estudiamos un texto de la carta a  los Romanos.[9] Lo hacemos así, porque los escritos tienen propósitos específicos al presentar su mensaje. Al acercarnos al texto bíblico encontramos que el mismo mensaje puede expresarse a través de diversas formas literarias, así como también el mismo tema puede tener propósitos diferentes,[10] según sea el contexto en el cual se encuentre.

Por ejemplo, los siguientes textos son ejemplos de diversas formas de expresión literaria usadas por los autores bíblicos para comunicar un mensaje: [11]
Marcos 15:37-39: Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. La cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión, que estaba frente a Jesús, al oír el grito y ver cómo murió, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!

Isaías 53:7-9:  Maltratado y humillado,
    ni siquiera abrió su boca;
como cordero, fue llevado al matadero;
    como oveja, enmudeció ante su trasquilador;
    y ni siquiera abrió su boca.
Después de aprehenderlo y juzgarlo, le dieron muerte;
    nadie se preocupó de su descendencia.
Fue arrancado de la tierra de los vivientes,
    y golpeado por la transgresión de mi pueblo.
Se le asignó un sepulcro con los malvados,
    y murió entre los malhechores,
aunque nunca cometió violencia alguna,
    ni hubo engaño en su boca.

Romanos 5:6-8: A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.

Los tres textos bíblicos antes citados tratan acerca de la muerte de Jesús, pero cada uno lo presenta de manera distinta. El primero relata la muerte de Jesús como un evento histórico. Narra un acontecimiento. Por lo tanto, es un texto predominantemente narrativo.[12] El segundo presenta la muerte de Jesús en una forma retórica, usando figuras literarias como el símil, la metáfora y la hipérbole. Está organizado en versos y estrofas. Por lo tanto, es un texto poético.[13]  El tercer texto antes mencionado trata la muerte de Jesús de otra manera. Se incluye como un punto en el desarrollo del argumento del autor referente a la respuesta de Dios al problema del pecado. Es un texto de argumentación. 

Debemos darle gracias a Dios por las instituciones teológicas que hemos tenido y que tenemos todavía. Pero debo confesar que en las instituciones teológicas en las que hemos participado, luchamos, muchas veces infructuosamente, con los idiomas originales, con la semántica, la morfología, la “diacronía” y “sincronía”, y la “polisemia” del texto, con el propósito de entenderlo mejor. Lamentablemente, pasados uno o dos años los egresados dejan de usar los idiomas originales en su estudio de la Biblia, porque generalmente les resulta engorroso y frustrante.  Por otra parte, en las instituciones teológicas, nos enfrascamos en interminables discusiones bajo los criterios de la teología sistemática más que de la exégesis, y cuando intentamos acercarnos a la “teología bíblica” lo hicimos con los mismos parámetros de la teología sistemática. ¿Podemos hacer algo diferente y eficiente? ¿Necesitamos hacer algo diferente que nos acerque más al texto y su mensaje? Con humildad, afirmamos que sí.

1. Necesitamos procesos metodológicos para el estudio del texto bíblico que sean accesibles al liderazgo común (no especializado) de la iglesia y a la iglesia en general. El estudio y comprensión del texto, con sus aplicaciones teológicas y contextuales, deben estar al alcance del pueblo y no sólo de las élites. La iglesia, la comunidad de fe, debe ser una comunidad hermenéutica que la haga una comunidad terapéutica.

2. Entonces, debemos desarrollar procesos de acercamientos metodológicos a la lectura, análisis y comprensión del texto bíblico que esté al alcance de la comunidad eclesial, comenzando por el liderazgo no especializado y que se extienda a toda la comunidad de fe.

3. En este empeño debemos desarrollar procesos metodológicos que tomen en cuenta, y en serio, elementos fundamentales para la lectura comprensiva del texto, tales como: la búsqueda de la intención del autor y el respeto a la forma literaria en la cual fue escrito el texto. Hemos concluido que básicamente el texto bíblico se presenta en prosa narrativa, prosa argumentativa (discursiva) y poesía. ¿Exigen estos diferentes géneros literarios acercamientos diferentes? ¿Qué ocurre cuando aplicamos el mismo método de análisis a las diversas formas literarias del texto?

4. Proponemos desarrollar procesos metodológicos acordes con la forma o género literario del texto, porque no puede aplicarse eficazmente el mismo método de análisis a un texto poético y uno narrativo; o a un texto de prosa argumentativa y otro de prosa narrativa. Lamentablemente, en los seminarios e instituciones teológicas aparentemente no se le ha prestado suficiente atención a este asunto y seguimos leyendo y estudiando el texto como si esto no importara mucho. Nos enseñaron –y algunos de nosotros enseñamos– el método inductivo aplicado de la misma manera a cualquier texto bíblico sin importar su forma o género literario.

Concluimos, entonces, que es fundamental tomar en cuenta la forma de expresión literaria al leer o estudiar las Escrituras, por las siguientes razones:
1)   Primero, el método para analizar adecuadamente cualquier texto bíblico dependerá de la forma literaria en la cual fue escrita. P. ej., si analizamos un texto narrativo, debemos prestarle atención particular a la trama, que incluye los eventos y los personajes del relato, porque el autor bíblico utiliza estos recursos literarios en la narrativa para ilustrar o comunicar su mensaje.[14] Por otra parte, si analizamos un párrafo de las epístolas, debemos prestarle atención especial a las afirmaciones de cada oración en el párrafo que estamos estudiando. Pero si estudiamos un texto poético, debemos prestarle atención a cada verso de la poesía, al paralelismo presentado y particularmente al lenguaje figurado utilizado para comunicar el mensaje.

2)  En segundo lugar, la unidad básica para el análisis adecuado se determina por la forma de expresión literaria utilizada por el autor. P. ej.:
Ø La unidad básica de la narrativa es el episodio.
Ø La unidad básica de la argumentación es el párrafo.
Ø La unidad básica de la poesía es el poema (o a veces la estrofa).

3)  En tercer lugar, los autores bíblicos destacan los asuntos importantes de su mensaje de distintas maneras, dependiendo de la forma de expresión literaria que utilicen. P. ej., en la narrativa, los autores bíblicos a veces presentan verdades importantes a través de los personajes en la narración. Pero en la poesía, los conceptos pueden ser destacados por la repetición de una línea o un verso, por presentar una ilustración, o por utilizar cierto lenguaje figurado. Mientras que en los textos de argumentación (epístola o discurso), puede destacarse una verdad por presentarla en forma de una conclusión al final del argumento, o por repetir un concepto en una oración del párrafo.

Estos tres criterios ilustran la importancia de considerar la forma de expresión literaria, cuando leemos y estudiamos la Biblia. Entonces, con mucho “temor y temblor”, pero con convicción, sobre esta base proponemos tres métodos distintos para el análisis de los textos bíblicos. 1) Un método para el análisis de textos bíblicos de argumentación, 2) un método para el análisis de textos bíblicos narrativos y 3) un método para el análisis de textos poéticos.

Tengo la sospecha que muchos de nosotros necesitamos hacer ciertos cambios en nuestro acercamiento a la lectura y análisis del texto bíblico. Tal vez algunos tengamos algo de miedo, pero debemos armarnos de valor. ¡Que el Dios de toda gracia nos ayude a comprender mejor los géneros literarios que utilizaron los autores bíblicos, para que podamos comprender mejor el mensaje que quisieron comunicar a sus destinatarios originales, a fin de que captemos los principios que enseñan para la vida y misión de la iglesia hoy! “Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad.”



Skype: custodio.lopez


[1]John R. Stott. El cristiano contemporáneo, reimpresión, 2001. pág. 23.
[1]La BLA traduce: que maneja con precisión la palabra de verdad. La versión DHH lo redacta así: Haz todo lo posible por presentarte delante de Dios como un hombre de valor comprobado, como un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que enseña debidamente el mensaje de la verdad.
[2]Puede ser que no nos guste mucho la teología de San Agustín, pero no podemos negar el hecho de que supo responder a la herejía del pelagianismo.
[3]Tal relatividad ha alcanzado a la hermenéutica, de modo que el texto bíblico ya no tiene el significa que el autor le dio cuando lo escribió, sino el que el lector contemporáneo le da en su propio contexto. Ahora el autor no tiene control sobre su texto, el control lo tiene el lector.
[4]¿Es esta una verdad absoluta, debe convertirse en un dogma hermenéutico? Este criterio aboga por la búsqueda de la intención del autor del texto. ¿Si el texto puede significar algo distinto a lo que el autor quiso comunicar, cuál es la verdad? Se plantea entonces, el conflicto entre significado y significación del texto. (Exégesis y eiségesis)
[5]Renombrados lingüistas modernos dicen que un texto no puede significar exactamente lo mismo que significó cuando se escribió, ni cuando vuelva a leerse. Esto es así –dicen– tanto por la precariedad inherente al proceso de codificar y decodificar, como por el constante cambio dinámico de los códigos. Severino Croatto lo describió bien: “El texto murió con el autor... El lector le da vida.” (Este criterio es avalado por el pensamiento postmoderno que dice que no hay absolutos. “Lo único absoluto hoy es que todo es relativo.”)
[6]Con cierta frecuencia hay quienes quieren transferir las formas como se aplicó el mensaje del texto en su contexto original y se olvidan del mensaje del texto y su aplicación para el día de hoy.
[7]Estos están conformados básicamente por las epístolas y los discursos.
[8]Estos están conformados fundamentalmente por los libros históricos, una parte de los profetas del Antiguo Testamento y por los Evangelios y los Hechos en el Nuevo Testamento.
[9] Esto no debe extrañarnos, porque normalmente leemos una novela moderna de manera distinta a como leemos una carta de un amigo. Así como también leemos una carta personal de manera distinta a como leemos una pieza poética.
[10]Por ejemplo, el tema de los dones espirituales aparece por lo menos cuatro veces en el Nuevo Testamento. Pero es bastante claro que en 1 Corintios 12 y Romanos 12 el propósito del autor es diferente. En uno el hincapié está en la unidad de la iglesia y en el otro el hincapié está en la diversidad dentro del cuerpo de Cristo. También, el tema referente al matrimonio se presenta en varios textos del Nuevo Testamento, pero en 1 Pedro 3 y Efesios 5. En uno el hincapié está en la evangelización y en el otro en la vida bajo en sujeción bajo el control del Espíritu.
[11]Estas tres citas son de la Nueva Versión Internacional.
[12]Usamos la expresión “predominantemente narrativo” porque generalmente los textos no contienen sólo una forma de expresión literaria. En un texto, por lo general, pueden combinarse varias formas de expresión literaria, aunque una de ellas es predominante.
[13]En este caso particular, es poesía profética.
[14]En el estudio del episodio es muy importante prestarle atención a los comentarios que hace el narrador. P. ej., en Juan 2:11 el comentario del narrador es determinante para captar la intención del autor con su relato.

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