jueves, 21 de marzo de 2013


Mateo 7:21-23
(Exposición en la Iglesia Gilgal, Maracay, 17-03-2013)

Introducción:

El tema de esta mañana (tarde) se refiere a “El más grande desafío a un discípulo de Jesucristo.” Bien sabemos que nuestra salvación es por la gracia y sólo por la pura gracia de Dios, mediante el sacrificio de Jesucristo. Allí nada tuvimos que hacer nosotros. Elnos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3.5). Pero una vez salvados, tenemos un compromiso como hijos de Dios. Este compromiso tiene una proyección en dos direcciones: una dirección vertical y una dirección horizontal. Esto significa que ahora que somos hijos de Dios, tenemos que mirar hacia arriba y también tenemos que mirar con atención a nuestro alrededor. En nuestra mirada hacia arriba alabamos y adoramos al Señor con todo nuestro ser; y en nuestra mirada a nuestro alrededor nos solidarizamos con nuestro prójimo en sus necesidades con todas nuestras fuerzas.
Entonces, una vez salvados, una vez resucitados con Cristo, tenemos vida y entramos a la acción, comenzamos el peregrinaje cristiano, asumimos el camino de la vida nueva. Y en este peregrinaje es necesario que no detengamos el paso, sino que avancemos día a día por el camino estrecho, que es el camino de la vida; porque al final, según las palabras de Jesús, seremos evaluados no por lo que hizo Dios, sino por lo que hagamos nosotros, por nuestras acciones en relación con nuestro prójimo.
Ahora, hemos dicho que queremos reflexionar en El más grande desafío a un discípulo de Jesucristo. ¿Pero cuál es ese desafío? Se trata de un tema crucial, un tema fundamental de la fe cristiana, pues de él depende verdaderamente la vida. Tan relevante es este desafío que Jesús mismo lo presenta como el punto central en su gran discurso conocido como “El Sermón del Monte”. En este Sermón, presentado en Mateo capítulos 5 al 7, Jesús habló de muchos temas, pero hay uno que está por encima de todos, hay uno que sobresale, uno que es superlativo. Es el tema con el cual comienza el discurso y con el cual también lo termina.
¿Cuál ese desafío que Jesús les presenta a sus discípulos en este discurso? Él les dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra y ustedes son la luz del mundo; pero ese no es el más grande desafío, aunque es parte de él. En verdad, el más grande desafío de Jesús a los discípulos es LA OBEDIENCIA a la Palabra de Dios (5.19; 7.24). Y es de verdad un desafío, porque obedecer es uno de los asuntos más difíciles en la vida. Pero ¿qué significa obedecer? Obedecer es aceptar y cumplir la voluntad de otra persona que está por encima de nosotros en una determinada situación.  La verdad es que a todos nos cuesta obedecer. La desobediencia no es sólo un problema de los niños, lo es también de los adultos, lo es de todos nosotros. Bien sabemos que cuando la desobediencia se hace presente, llega el caos, el sufrimiento, la incertidumbre; pero eso parece que no nos importa mucho. Pero la desobediencia paga muy caro. Desde el principio, en el Edén, cuando Adán desobedeció la Palabra de Dios: llegó la desesperanza, llegó la muerte. Dice la Biblia: Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron (Rom. 5.12). Por alguna razón, desde entonces, la tendencia humana es la DESOBEDIENCIA, –no importa la cultura, la edad, el sexo, la clase social, etc.-, la tendencia es la desobediencia. Pero Dios siempre ha exigido y exige obediencia a su Palabra…. Por eso:
Los discípulos de Jesús se distinguen por su obediencia a lo que él enseñó!  En esta ocasión centraremos el mensaje en la exposición de

Mateo 7:21-23


21 »No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Sólo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre”. 23 Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”.
(Nueva traducción viviente)

Con demasiada frecuencia confesamos a Dios con nuestros labios y lo negamos con nuestras vidas. Pero habrá un día cuando Dios ajustará las cuentas. En verdad, no es difícil recitar un credo; pero sí es difícil llevarlo a la práctica: exige compromiso, mucha dedicación y disciplina, exige renunciar a mi propia vida para anunciar a Jesucristo. Aun Francisco I, en su primera misa como Pontífice, dijo:
“Nosotros podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no proclamamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertimos en una ONG piadosa, pero no en la iglesia, esposa de Cristo.”
Es que la fe cristiana que anunciamos con nuestros labios, sin una vida transparente que la respalde, es una contradicción y en definitiva es una grotesca mentira. En este sentido, el texto bíblico que acabamos de leer nos presenta un verdadero desafío a todos los que hemos asumido el compromiso de seguir a Jesucristo. A todos los que decimos llamarnos discípulos de Jesús de Nazareth se nos plantea el reto a obedecer y enseñar a obedecer las cosas que el Señor nos ha mandado.

1.  Qué dice el texto?

En resumen, el texto dice que los verdaderos discípulos se distinguen

por su obediencia a la Palabra de Dios.


Un dicho popular dice que “No todo lo que brilla es oro.” En efecto, el asunto central del texto es este: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará al reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Dicho en otras palabras: El verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra de Dios. El discípulo es aquel que no sólo tiene una profesión verbal, sino una respuesta moral y social al evangelio. Si usted no está obedeciendo la Palabra de Dios, es mejor que revise su cristianismo. El asunto es serio y el texto es muy claro y desafiante:
1.  No todo el que dice ser discípulo lo es en verdad (v. 21a).
2. El verdadero discípulo es aquel que obedece la Palabra de Dios (v. 21b).
3. Según el texto, algunos estaban equivocados y, tal vez, sinceramente equivocados. Por eso, Jesús dice que en el día final, muchos se presentarán ante Dios confiados en las acciones “extraordinarias” que lograron supuestamente en el nombre de Jesús (v. 22).
- Que respetaron la Biblia y el nombre de Cristo: (¿No profetizamos en tu nombre?)
- Que liberaron a los oprimidos por el diablo: (¿No echamos fuera demonios en tu nombre?)
- Que se preocuparon por vencer obstáculos en bien de los demás: (¿y en tu nombre no hicimos muchos milagros?)
4.  Los que pretendan entrar al reino de los cielos sobre la base de sus obras, por extraordinarias que sean, serán desconocidos por el Señor (v. 23a).
5. Finalmente: Los que confían en sus “obras extraordinarias” para entrar al reino de los cielos son calificados como hacedores de maldad (violadores de las leyes de Dios) (v. 23b).


2. ¿Cuál es el contexto de este texto?

En el contexto de este texto Jesús usa una serie de metáforas para referirse al tema de la obediencia a la Palabra de Dios. En todos estos versículos Jesús está concluyendo su exposición sobre “La vida y misión de sus discípulos”, que comenzó en el capítulo 5 de Mateo. De manera que en los vv. 13-27 de este mismo capítulo, en primer lugar, en los vv. 13-14, Jesús les habló de la puerta estrecha y la puerta ancha. La puerta ancha y el camino espacioso –dijo Jesús– llevan a la destrucción y muchos son los que entran por ella y andan por este camino. En cambio, la puerta estrecha y el camino angosto, –dice Jesús– llevan a la vida, y pocos son los que la hallan. En segundo lugar, en los vv. 15-20 Jesús advierte acerca de los falsos profetas que están aún dentro de sus seguidores, “quienes vienen vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.” Dos veces –dice Jesús– que estos serán conocidos por sus frutos.  En tercer lugar, en los vv. 21-23, amplía la exhortación y ahora advierte acerca de los falsos profesantes, falsos discípulos, falsos cristianos y dice que entrarán a su reino sólo “los que hacen la voluntad de su padre”. Finalmente, en los vv. 24-27, Jesús habla de dos constructores, dos construcciones, dos proyectos de vida, y concluye: 

Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.

Entonces, el asunto crucial para el discípulo de Jesús es la obediencia. Pero lamentablemente, no todos están dispuestos a obedecer, a seguir la voluntad de Dios, aunque aparenten ser discípulos de Jesús.  Lo que Jesús dice es que quien pretenda ser un discípulo de Él y a la vez es desobediente a la Palabra de Dios, es un falso discípulo, es un falso cristiano. Porque la obediencia a la Palabra de Dios es lo que distingue al verdadero discípulo de Jesucristo.

Entonces, todo o nada; Jesús es radical y exige obediencia incondicional. Y la obediencia que él exige ha sido revelada en la Palabra de Dios, expresada por escrito con toda claridad para nuestra instrucción y conducción de la vida. Al final de la narrativa de Mateo, en la Gran Comisión, Jesús les dijo a sus discípulos: “Enséñenlos a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.

Entonces, el asunto es más serio de lo que aparentemente imaginamos.  Nótese, por ejemplo, que en Mateo 7:15-20  son  los creyentes quienes tienen la responsabilidad de evaluar a los líderes, a los profetas, para detectar su veracidad. En este caso, algunos podrán ser engañados por los “falsos profetas”, y en efecto, muchos lo han sido a través de la historia. Pero en el texto que estamos considerando, Mateo 7:21-23, quien hace la evaluación no son los creyentes, sino Dios mismo.  Y es factible que nosotros fallemos en nuestra evaluación, porque nuestra vista es muy corta; pero eso no le ocurrirá a Dios, quien es la luz y ante él hay absoluta claridad. ¡El no falla en su evaluación! Así que, el hecho de que haya personas que hagan cosas extraordinarias e impresionantes, como se nota en este texto, no garantiza que sean verdaderos discípulos de Jesús. La verdad es que estos pueden impresionar a los seres humanos, y hasta pueden engañarlos, como ha ocurrido innumerables veces en la historia; pero de ninguna manera impresionarán ni engañarán a Dios. Bien podemos traer a colación aquí al poeta romano, Publio Ovidio. Él dijo que  “las obras de los mortales no engañan nunca a los dioses.” Aun los verdaderos cristianos puedan ser engañados por los falsos profetas y los falsos creyentes, pero al final Dios pondrá todo al descubierto.

3. ¿Cuáles son, entonces, las verdades que presenta el texto?

1. El texto enseña que Jesús exige lealtad a sus seguidores. Y la lealtad a él se evidencia en la obediencia. Por eso dice: No todo el que me dice Señor, Señor,… sino el que hace la voluntad de mi Padre… Entonces, no es asunto de decir, sino de hacer lo que Dios exige. Se trata de uja profesión verbal, sí esto es necesario; pero de nada sirve sin una promoción moral y social del evangelio. El discípulo dice y hace. El texto es claro y nos enseña que la obediencia a la Palabra de Dios es el distintivo principal del discípulo de Jesucristo.

2. Otro asunto que enseña el texto es que el discípulo se identifica por lo que es, más que por lo que hace para ganarse el favor de Dios. Así que, la única credencial válida del discípulo es conocer a Jesucristo y ser conocido por él (cf. Juan 17.3: Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.)

 3. Un tercer asunto que enseña el texto es que habrá algunos que pretenderán entrar al reino de Dios por “los caminos verdes”, que pretenden ganarse la entrada al reino de los cielos por sus “acciones extraordinarias”. Jesús les dice y les dirá que así no es. Al final, muchos se presentarán ante Dios confiando en lo que hicieron supuestamente en el nombre del Señor (v. 22). Pero recibirán la desalentadora y desconsoladora respuesta de: “Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad.”

Entonces, que haya hechos extraordinarios no es una garantía de que procedan de Dios. En el Antiguo Testamento, en días de Moisés los hechiceros de la casa del Faraón lograron algunas manifestaciones extraordinarias, pero no eran de Dios (comp. Éxodo 7).  Por otra  parte, Jesús dijo que llegará el día cuando aparecerán falsos cristos y falsos profetas que harían prodigios y señales (Mateo 24:24). Y el apóstol Pablo escribió que llegará un día cuando aparecerá el hombre de pecado, aquel “inicuo, cuyo advenimiento es por obra de satanás, con gran poder y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad…” (2 Tes. 2.9, 10).
¿Recordamos lo que pasó en los días de Moisés y el Pueblo de Israel en Egipto? Los falsos, los hechiceros, quisieron hacer una caricatura de la verdad; lograron algo, pero finalmente fracasaron. Dice el relato que: “Aarón tiró su vara al suelo delante del faraón y de sus funcionarios, ¡y la vara se convirtió en una serpiente!11 Entonces el faraón llamó a sus sabios y a sus hechiceros, y los magos egipcios hicieron lo mismo con sus artes mágicas: 12 tiraron sus varas al suelo, ¡y las varas también se convirtieron en serpientes! Pero la vara de Aarón se tragó las varas de ellos.” (Éxodo 7.10-14).  Satanás siempre ha sido un imitador y a veces ha resultado ser un buen imitador, pues se disfraza como ángel de Luz. Pero la Escritura dice que Satanás ya ha sido vencido por Cristo en la cruz. Dice la Escritura que:  Él –Cristo– anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2.14,15)

Conclusiones

¿Entonces, cómo debemos vivir? Hemos concluido que el mensaje de Mateo 7.21-23 se centra en la obediencia a nuestro Señor Jesucristo. Pero sabemos que obedecer no es nada fácil. Aun el Salmista David tuvo que orar así: Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. (Salmo 143:10). Así que, Dios nos exige la obediencia, aunque a veces esto parezca un absurdo. Déjenme contarles una historia, una historia bíblica que nos muestra lo difícil que es, a veces, obedecer. Está en 2 Reyes 5:9-15 y trata de Naamán, un leproso que era jefe del ejército del rey de Siria.
 Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el Señor le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero estaba enfermo de lepra.
En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. Un día la muchacha le dijo a su ama: «Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra.»
Naamán fue a contarle al rey lo que la muchacha israelita había dicho. El rey de Siria le respondió:
—Bien, puedes ir; yo le mandaré una carta al rey de Israel.
Y así Naamán se fue, llevando treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. La carta que le llevó al rey de Israel decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra.»
Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: «¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que ese tipo me pida sanar a un leproso? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!»
Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje: «¿Por qué está Su Majestad tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay profeta en Israel!»
Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta.10 Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: «Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio.»
11 Naamán se enfureció y se fue, quejándose: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! 12 ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?» Furioso, dio media vuelta y se marchó.
13 Entonces sus criados se le acercaron para aconsejarle: «Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se zambulla, y así quedará limpio!» 14 Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio! 

¿Nos damos cuenta? No fue fácil para Naamán obedecer. Sencillamente, le parecía un absurdo, una locura, lo que el profeta le pidió que hiciera. Pero volvamos a nuestro tema referente a la obediencia del discípulo. ¿Cómo podemos mostrar que obedecemos a Jesús? ¿Cuales pudieran ser algunos asuntos concretos que nos indican obediencia a él?  Al comenzar su exposición, Jesús dijo: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que vean vuestras buenas obras”. Más tarde, el apóstol Pablo escribió que: Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…” (Ef. 2.10).  Entonces, somos salvos por la gracia de Dios y solo por su gracia;  pero Jesús dice que ahora es necesario hacer la voluntad de Dios, es decir, es necesario obedecer lo que él ha mandado. ¿Pero qué nos ha mandado Jesús? Él dejó a sus discípulos muchos mandamientos, por ejemplo: “Hagan discípulos” (Mateo 28:19), Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso (Mateo 11.28), Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta (Mat. 18.15). Y así, hay muchos otros mandamientos de Jesús que con cierta frecuencia pasamos desapercibidos. Pero hay un mandamiento de carácter superlativo. El cumplimiento de este mandamiento, dijo Jesús, es el distintivo de un discípulo: Dijo Jesús a sus discípulos: Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. 35 De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. (Juan 13.34, 35) Entonces, si somos discípulos, si somos verdaderamente cristianos, debemos obedecer este mandamiento. Debemos amarnos unos a otros.
¿Cómo podemos amar, como podemos hacer el bien en un mundo donde reina el mal? W. Shakespeare dijo: “Vivo en un mundo donde el hacer daño merece a menudo alabanzas, y el hacer el bien se considera a veces como una locura.”  Ese parece también nuestro mundo. Pero debemos hacer el bien al prójimo, aunque esto parezca una locura.
Por supuesto, amar a quien nos ama es cosa fácil, hasta yo soy capaz de hacerlo. Pero amar a quien no nos ama es otra cosa. Jesús se refirió a esto cuando dijo: Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? (Mat. 5:46, 47).
No necesitamos hacer grandes cosas, pero debemos servir a nuestro prójimo en sus necesidades, debemos amar a nuestro prójimo. El apóstol Juan dijo: 16 En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. 17 Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? 18 Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. Y en 4:20, el mismo apóstol escribe: Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. 21 Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. Entonces, De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
La madre Teresa de Calcuta (1920-1997 dijo en una ocasión: “Ama hasta que te duela. Si te duele, es una buena señal. Has comenzado la dicha de amar.”  Y el poeta lo expresó en estos términos:
Ama si QUIERES ser feliz,
Ama y Todo cambiará,
Ama Y ASI comprenderás,
La Alegría de Vivir.”

Según el pensamiento de Jesús, al final cuando estemos delante de él en el juicio de las naciones, no seremos reconocidos por los asuntos meramente religiosos, ni por acciones extravagantes, sino por acciones sencillas de bien hacia el prójimo: 
31 »Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. 32 Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. 33 Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda.
34 »Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36 necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.” 37 Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” 40 El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.”
41 »Luego dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; 43 fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron.” 44 Ellos también le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” 45 Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.” 46 »Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mat. 25.31-46)

Hay una antigua leyenda según la cual, Martín de Tour, un soldado  romano, cristiano, un día frío de invierno entraba en una ciudad cuando un mendigo lo detuvo y le pidió una limosna. Martin no tenía dinero, pero el mendigo tiritaba y temblaba de frio, y Martin le dio lo que tenía. Se quito la capa de soldado, ya muy usada y gastada, la partió en dos y le dio la mitad al mendigo. Esa noche, mientras dormía, Martín tuvo un sueño. Vio los lugares celestiales, vio los ángeles y a Jesús en medio de ellos. Notó que Jesús llevaba la mitad de la capa de un soldado romano. Uno de los ángeles se le acercó y le preguntó: ¿Maestro, Maestro por qué llevas esa capa tan vieja y gastada? ¿Quién te la dio? A lo que Jesús respondió: “Me la dio mi siervo Martin”...  En verdad, cuando aprendemos la generosidad que ayuda a los demás en sus necesidades en forma desinteresada, aunque sea muy sencilla, conocemos la alegría de ayudar al mismo Jesucristo, de obedecer lo que él nos ha mandado.  

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Para hacer la voluntad de Dios es necesario conocerla, y para conocerla es necesario leer y estudiar su Palabra. Entonces, ¿qué vamos a hacer esta semana? ¿De qué manera vamos a llevar a la práctica esta semana nuestra obediencia a lo que el Señor nos ha mandado? Vamos a darle dos ideas y usted decide lo que hará. 1) En primer lugar, no se conforme con oír sermones cada semana, tome la firme decisión de leer y estudiar la Palabra de Dios. Si no sabe cómo hacerlo y si de verdad quiere avanzar en esto, únase esta semana a un grupo pequeño de esos que están diseminados por la ciudad… En el Limón, hay uno en mi casa, los jueves a las 7 de la noche. 2) En segundo lugar, ¿Por qué no comenzamos hoy por hacer el siguiente compromiso, tal como lo hizo el himnólogo?

Que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor

Que mi vida entera esté
Consagrada a Ti, Señor;
Que a mis manos pueda guiar
El impulso de Tu amor.

Lávame en tu sangre, Salvador,
Límpiame de toda mi maldad;
Traigo a Ti mi vida para ser, Señor, Tuya por la eternidad.

Que mis pies tan sólo en pos
De lo santo puedan ir;
Que mis labios al hablar
Hablen sólo de Tu amor;
Que mi tiempo todo esté
Consagrado a Tu loor;
Y mi mente y su poder
Sean usados en Tu honor.

Toma ¡oh Dios!, mi voluntad,
Y hazla tuya nada más;
Toma, sí, mi corazón,
Y tu trono en él tendrás por la eternidad.


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