viernes, 18 de marzo de 2011

¡Más que vencedores, por medio de aquel que nos amó!

Reflexiones en Romanos 8:31-39

En ocasiones los cristianos pasamos por terribles sufrimientos. Y a veces los sufrimientos son de tal magnitud que pareciera que todas las puertas se nos cierran. Estoy seguro que Dios está vivo y conoce nuestras necesidades; por eso, siempre abre una ventana por donde entra un rayo de luz a nuestra vida para darnos esperanza. ¿Recuerda esa ocasión cuando la situación por la que usted estaba pasando era tan difícil y parecía que no había salida? Pero salió victorioso, pues está aquí esta mañana. Si Dios le ayudó, le dio la salida, en esa situación, ¿lo dejará ahora derrotado? ¡Ningún sufrimiento, por más grande que sea, podrá arrebatarnos el amor de Dios en Cristo!  Porque él venció, nosotros somos vencedores.

Frente al sufrimiento, muchos flaquean en la fe. Por una parte, hay quienes quieren encontrar la fuerza para vivir dentro de su potencial interior, pero no se dan cuenta que su “potencial” es “impotente”. La respuesta cristiana al sufrimiento es que Cristo nos ha dado la vida y nos ha dado también la fuerza para vivirla por medio del Espíritu Santo a la luz de su Palabra. Por otra parte, hay quienes buscan respuesta en las corrientes de pensamiento religioso del día, pero no se dan cuenta que están siguiendo un camino equivocado, porque sus maestros tuercen las Escrituras. Hay muchos caminos que las personas quieren seguir en la búsqueda de respuesta a sus conflictos, pero no se dan cuenta que el único camino es Jesucristo, quien es el camino, la verdad y la vida. Tal vez usted es una de esas personas que no está tratando de buscar respuestas más allá de las que Dios nos ha dado en su Hijo Jesucristo. ¿No será mejor buscar a Jesucristo? El tiene la mejor respuesta.

Hoy encontramos que hay quienes quieren abandonar tan fácilmente la fe en Jesús. Hay quienes renuncian al evangelio de la gracia de Dios, para labrarse su propio destino al fracaso y la condenación. Sencillamente, no han entendido que Cristo murió por nuestros pecados y que ahora es nuestro abogado a la diestra del Padre. No importa cuán grandes sean las dificultades que nos sobrevengan, no importa cuán grandes parezcan los abismos, sabemos que el amor de Dios es muchísimo mayor y está por encima de todas las dificultades. Por eso, con autoridad podemos afirmar que tenemos esperanza. Podemos salir de este lugar esta mañana con la frente en alto e ir por el mundo mostrando y anunciando esperanza. Él no nos ha abandonado, no nos abandona ni nos abandonará jamás. Quiero invitarle a reflexionar conmigo sobre un texto de las Escrituras que nos fortalecerá en nuestra esperanza. Bien podemos resumirlo con estas palabras: ¡Los que seguimos a Jesucristo somos más que vencedores!

Con el texto de Romanos 8:31-39 el apóstol llega al clímax, a la cumbre, del argumento que comenzó en 1:16, 17. Así lo afirmó al comenzar el libro: no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe.» (1:16, 17). Más adelante, en 3:22, afirmó que la justicia de Dios llega mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen y en 4:25 concluyó que Él –es decir, Cristo- fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación. A través de los primeros capítulos de la carta, el apóstol muestra una realidad aterradora: el pecado es el gran enemigo de los seres humanos, y no sólo de ellos sino también del resto de la creación. Dice que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado, de modo que «No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios (3:10, 11). Así que, no hay distinción, todos han pecado y están privados de la gloria de Dios. Esto es la hecatombe para el ser humano: está separado de la gloria de Dios, está muerto irremediablemente. Pero sobre la base del sacrificio de Jesucristo, el apóstol anuncia un mensaje de esperanza: por su gracia somos justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó (3.23, 24).

Entonces, la gran noticia del evangelio es que: en Jesucristo el pecado ha sido derrotado y ahora por su muerte y resurrección somos más que vencedores. ¡La batalla por la vida ha sido ganada! Y aunque todavía vivimos en un mundo de tinieblas, donde reina la muerte y la desesperanza, los que hemos tomado la decisión de seguir a Jesucristo, afirmamos con convicción y certeza que tenemos vida aquí y ahora, y en el más allá, porque tenemos la esperanza de un mundo mejor. Dios, por medio de Jesucristo, no sólo hará realidad la redención de nuestros cuerpos, la resurrección a un cuerpo nuevo, sino que nos dará también una nueva creación, con cielos nuevos y tierra nueva donde reinará la justicia. Aunque seamos asechados, mientras peregrinamos en este mundo, nada ni nadie podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús. ¡La muerte ha sido derrotada y la vida se ha entronizado! ¡Con seguridad, afirmamos que no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús! ¿Está usted entre ellos?

En Romanos 8 31-39 el apóstol Pablo expone el argumento final de su propuesta presentada en 1:17, que: el justo vivirá por fe. En 8:31-39 no sólo enseña que nada podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor, sino que por encima de todos los sufrimientos, los cristianos veremos coronada la victoria de la vida, por cuanto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. La respuesta al problema del pecado y su consecuencia de muerte es el amor de Dios que ha sido manifestado a través del sacrificio de Jesucristo. ¡En él, todos los poderes han sido vencidos!  Así, dice el texto de Romanos 8:31-39. Mas bien, leamos desde el v. 28:

28Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. 29Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
31¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? 33¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. 35¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? 36 Así está escrito:
«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte;
¡nos tratan como a ovejas para el matadero!»
37Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Reflexiones sobre los vv. 31-39. Después de presentar cinco penetrantes y bien fundamentadas preguntas en los vv. 31b-36, en el v. 37 el apóstol presenta una convincente declaración con la cual afirma que en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Aunque la pregunta general con la cual se inicia el v. 31a se presenta como una fórmula concluyente, en realidad la conclusión se completa en el v. 37, con la afirmación: Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Dios nos mostró su más grande prueba de amor al enviarnos a su Hijo Jesucristo. Por eso, Pablo pudo afirmar que Dios demuestra su amor por nosotros en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (5.8). ¿Pero, qué les dijo Pablo a sus destinatarios en este texto (vv. 31-39)? En resumen, les dijo esto:
1. Si Dios está de nuestra parte, nada podrá vencernos (v. 31). Ya dijimos que la conclusión dada en este versículo tiene su respuesta final en el v. 37. ¿Cuál es, entonces, la conclusión –diría Pablo?: Que “si Dios está de nuestra parte... si Dios entregó a su propio Hijo... si Dios nos ha justificado... si Cristo hizo una obra completa... y si no hay nadie que pueda quitarnos su amor, entonces: somos más que vencedores...  Podemos afirmar sin lugar a dudas, que la obra de Dios es insuperable.

2. Si Dios entregó aun a su propio Hijo por nosotros, nos dará también las cosas que necesitamos para vivir la fe en él (v. 32). (Entonces, ya que Dios está de nuestra parte, nada podrá vencernos)

3. Ya que Dios nos ha justificado, no hay nadie que pueda acusarnos (v. 33).

4. Ya que Jesucristo hizo una obra completa por nuestra salvación, no hay nadie que pueda condenarnos (v. 34).

5. Entonces, no hay nada ni nadie que pueda quitarnos el amor de Cristo (v. 35).

6. Por ahora, puede haber sufrimiento, Cristo nunca prometió que no los habría. Las Escrituras dan testimonio de que el pueblo de Dios ha estado y está sujeto a padecimientos (v. 36), pero tiene la promesa de triunfo: en esperanza fuimos salvos... Por eso,

7. Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Jesucristo) (v. 37).

8. Entonces, dice Pablo, no hay nada ni nadie que pueda separarnos del amor que Dios nos ha manifestado a través de Jesucristo (vv. 38, 39).

Junto con todo esto, los vv. 31b-36 presentan cinco penetrantes e irrefutables preguntas. Las primeras cuatro están acompañadas de una frase o pensamiento condicionante que las sustentan y la quinta sugiere una lista de posibilidades que no tienen poder alguno ante la grandeza del amor de Dios en Cristo. Así que, la declaración del v. 37 constituye la conclusión formal y final como respuesta a todas estas preguntas que pudieran hacerse: En todo esto somos más que vencedores... Los vv. 38-39 constituyen una amplia y bien fundamentada razón por la cual el apóstol, inspirado por el Espíritu Santo, escribe con plena seguridad que nada podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Hemos afirmado que al comenzar su carta, en 1:17 el apóstol estableció la premisa o argumento de su mensaje: El justo por la fe vivirá. Y que en 4:25 reafirma esta convicción cuando dice que él (Cristo) fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación. A través de los capítulos 5 al 8, el apóstol demuestra que por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos sido liberados de todos los poderes que puedan asecharnos: Jesucristo nos ha librado de la ira de Dios (cap. 5), del poder del pecado (cap. 6), del poder de la condenación de la ley (cap. 7) y del poder de la muerte (cap.8). Todo esto fue y es posible porque Dios demuestra su amor por nosotros en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (5:8), de modo que ahora no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús (8:1). Entonces, sobre la base de lo que Dios ha hecho mediante el sacrificio de su Hijo a favor de los que lo aman, el apóstol culmina su exposición en 8:31-39 con un canto de victoria y esperanza, para los que están unidos a Cristo Jesús. ¿Está usted en este grupo?

Hay varios asuntos en este texto que merecen nuestra consideración, porque tienen un mensaje vivo, un mensaje de consolación y esperanza para los que hemos asumido el compromiso de seguir a Jesucristo.

En primer lugar, el texto hace hincapié en que ante los sufrimientos causados por la fe en Cristo, tenemos la garantía que en él somos más que vencedores. No hay nada ni nadie que pueda apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Jesucristo. El texto comienza con cinco preguntas que no tienen respuesta en la lógica humana, pero sí en la de Dios. La manera como están planteadas cierra toda posibilidad de argumentación contra ellas:
- Si Dios es por nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? (v. 31b).
- Si Dios nos dio a su Hijo, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (v. 32).
- Si Dios es el que justifica, ¿quién podrá acusar a los que él ha escogido? (v. 33).
- Si Cristo nos ha liberado de toda condenación, ¿quién podrá condenarnos? (v. 34).
- Si Cristo nos ha amado tanto, ¿quién podrá quitarnos su amor? (v. 35).
La respuesta a estas preguntas está en Dios y sus obras, especialmente en la obra expresada mediante el sacrificio de Jesucristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados. Por una parte, el texto afirmado que ante los sufrimientos causados por la fe, Dios está siempre presente y dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman (v. 28). ¿Y quienes son los que lo aman?: aquellos que, por la fe, han asumido el compromiso de seguir a Jesucristo. Es posible que todas las cosas resulten para bien de los que lo aman, porque Dios ha hecho una obra completa en sus hijos: Fuimos bautizados en él. Dice el apóstol: Mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del padre, también nosotros llevemos una vida nueva (comp. 6:4-7). Por otra parte, afirma que frente a toda oposición que pretenda quitarnos lo que Dios nos ha dado, la obra de Cristo es nuestra garantía; por lo tanto, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (v. 37). Entonces, no hay nada ni nadie que pueda apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (v. 39). Así que, aun ante los sufrimientos más severos causados por la fe, tenemos la garantía de la obra de Cristo en la cruz. Podemos orar como sor Juana Inés de la Cruz (a ella se le atribuye el Soneto al Crucificado):

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Estamos unidos a él. Porque él venció en la cruz, también nosotros somos vencedores. ¿Pero de verdad, está usted en el grupo de los vencedores? ¿Ha entregado su vida verdaderamente a Jesucristo, ha nacido de nuevo?

En segundo lugar, no solamente tenemos la garantía que en él somos más que vencedores. El texto que estamos considerando enseña también que la obra de Dios a favor de los que le aman es insuperable. Los vv. 31 y 32 enseñan que no hay nada que pueda superar lo que Dios ha hecho, ni nada que supere lo que puede hacer por nosotros hoy. El v. 31 indica que toda lucha contra los hijos de Dios está condenada al fracaso, importante de donde venga: Si Dios está de nuestra parte ¿quién puede estar en contra nuestra? El v. 32, por su parte, enseña que los hijos de Dios tenemos los recursos necesarios para seguir firmes y avanzar en la fe, aun en medio de las dificultades que se presentan en nuestro peregrinaje cristiano. Entonces, no hay lugar para el desánimo, no hay lugar para el retroceso en la fe. Todo esto queda demostrada por el hecho de que en el pasado Dios no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y en la actualidad ¿cómo no habrá de darnos, junto con él, todas las cosas (v. 32). La entrega de su Hijo en sacrificio por nuestros pecados es la garantía del cuidado de Dios para los que le siguen. Si Dios entregó a su propio Hijo por nosotros, ¿no nos dará cosas menores? Si nos sacó de la muerte, ¿no podrá mantenernos en la vida?

Según la exposición del apóstol en los capítulos anteriores, la conclusión es que Dios entregó a su Hijo en sacrificio por nuestros pecados, a fin de que alcanzáramos la vida; y ha enviado al Espíritu Santo para que habite en nosotros, a fin de que vivamos conforme a esa nueva vida. La conclusión ahora es que todos los poderes han sido vencidos en Jesucristo, nuestro Señor. Por lo tanto, toda oposición contra los hijos de Dios es una lucha condenada al fracaso. ¡En él somos más que vencedores! ¿Está usted en este grupo, es usted parte de los que tienen esperanza? Si está en el otro grupo, cámbiese ahora.

En tercer lugar, el texto nos enseña que la obra de Dios a favor de los que le aman es irrefutable. Así que, no solo es insuperable, es también irrefutable. Todo el texto exalta el hecho de que Dios ha estado y está de nuestra parte; no por nuestras “virtudes”, sino por su inmenso amor que ha demostrado en Jesucristo. En particular, los vv. 33, 34 enseñan que él ha hecho una obra perfecta, de modo que ésta es irrefutable ante cualquier argumento o ataque que se presente contra ella. El v. 33 afirma que si Dios nos ha justificado, como de hecho ha ocurrido, entonces no hay nadie que tenga autoridad para acusarnos delante de él ¡Somos libres! Puede concluirse, entonces, que toda acusación contra los hijos de Dios es una acusación a Dios mismo y, por tanto, está condenada al fracaso. ¿Quién le gana una batalla a Dios que tiene toda autoridad, poder y señorío?

Por otra parte, toda acusación contra los hijos de Dios, contra nosotros, se enfrenta al hecho de que Cristo intercede por nosotros sobre la base de su muerte, para que el acusador sea derrotado. Lo menos que este texto puede transmitirnos, entonces, es una inmensa seguridad aun en medio de los más severos sufrimientos y contratiempos terrenales que pudiéramos confrontar. Estamos firmes, porque nuestro fundamento es la obra de Dios mediante Jesucristo, no la nuestra. ¡Es un fundamento inconmovible, es la roca de nuestra salvación!

Ya que Jesucristo hizo una obra completa, no hay nada ni nadie que pueda condenarnos. Todos los argumentos contra los que seguimos a Jesucristo quedan descalificados y anulados. En los capítulos anteriores Pablo ha concluido que la ley es condenatoria, pero ha sido enfático al afirmar que por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos sido liberados de la condenación de la ley. Entonces, el argumento condenador de la ley queda descalificado por el sacrificio de Jesucristo por nuestros pecados. En los capítulos anteriores también ha concluido que la naturaleza pecaminosa es un elemento condenador en el ser humano; pero éste también queda descalificado por el sacrificio de Jesucristo, porque en él tenemos nueva vida.

Entonces, ya que Cristo hizo una obra completa, ¿quién podrá condenarnos? (v. 34, DHH). Según el v. 33, hay enemigos, hay acusadores del cristiano que quieren condenarlo. No se explica quiénes son estos enemigos. Se infiere del texto, que algunos de estos son visibles y otros son invisibles; unos parecen de carácter material y otros de carácter espiritual. El caso es que Dios ha venido a nuestro encuentro, de modo que todos nuestros enemigos se enfrentan a él; por lo tanto, todos están condenados al fracaso. Según el v. 34, también se enfrentan a Cristo, quien no sólo pagó por nuestra culpa, sino que ahora es nuestro abogado. Entonces, ¿quién podrá condenarnos? No hay condenación para los que están unidos a Cristo Jesús (8:1). Por tanto, ninguna acusación prosperará contra quienes estamos unidos a Él. ¿Está usted en el grupo de los que nos hemos unido a Cristo?

El texto nos enseña no solamente que Jesucristo hizo una obra completa, sino que se mantiene fiel a ella. El v. 34 presenta un resumen de la doctrina referente a Cristo (tal vez era parte de un credo primitivo): afirma que Jesucristo murió, resucitó, está a la diestra de Dios e intercede por nosotros. Cristo pagó por nuestros pecados con su vida, él murió en nuestro lugar; pero resucitó y ahora se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra, ascendió a los cielos y allí se mantiene a la diestra del Padre intercediendo por nosotros, sobre la base de su sacrificio. Ante esta realidad, ninguna acusación contra nosotros puede prosperar. Así que, él no sólo nos salvó, sino que nos salva y nos salvará por la eternidad.

En cuarto lugar, el texto enseña que la obra de Dios a favor de los que le aman, a favor nuestro, es indestructible (vv. 35, 36). El v. 35 presenta la última de las cinco preguntas que el autor plantea para destruir todo argumento que pretenda atemorizar a los que aman a Dios. Ahora el apóstol recurre al amor de Cristo y pregunta ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? La respuesta es NADIE. Todas las posibilidades se quedan cortas, porque sencillamente nadie puede doblegar el amor que Cristo nos ha mostrado. Tan grande es su amor, que dio TODO, dio su vida por nosotros. La conclusión del apóstol es que no hay nada ni nadie que pueda quitarnos el amor de Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Su amor es inmenso! Con frecuencia cantamos:

“El amor de Dios es maravilloso,///
Cuan grande es al amor de Dios!!
Es tan alto que no puedo ir encima de él,
Es tan ancho que no puedo ir al lado de él,
tan profundo que no puede ir debajo de él,
Cuán grande es el amor de Dios!”

¡El amor de Dios es inmensurable! Y la Biblia dice que no hay nada que pueda apartarnos de ese amor, porque no depende de nosotros sino de nuestro Señor. Es él quien ha tomado la iniciativa de amarnos y es él también quien mantiene su amor por nosotros. Por supuesto, nosotros lo amamos a él. Pero lo amamos porque él nos amó primero. Unos cuantos años después que Pablo escribió estas palabras respecto al amor de Dios y nuestro amor a él, el apóstol Juan dejó por escrito esta misma convicción: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó a nosotros primero (1 Juan 4:19). Él ha derramado su amor en nuestros corazones y esto hace posible que lo amemos.

El v. 36 parece una nota triste en medio del texto, pero no lo es. Es una cita del Antiguo Testamento mediante la cual se deja constancia de que el pueblo de Dios ha estado y está sujeto a padecimientos: Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» Es cierto, los que seguimos a Jesucristo también pasamos por tribulaciones, angustias, persecuciones, hambre, y todo tipo de peligros físicos, emocionales y espirituales; pero en todo esto somos más que vencedores, porque Cristo venció por nosotros. Hemos muerto con él, hemos resucitado con él y ahora vivimos y viviremos con él “porque él vive, nosotros vivimos!” El himnólogo lo escribió en forma poética:

¡Porque él Vive!

Dios nos envió a su hijo Cristo
Él es salud, paz y perdón
Vivió y murió por mis pecados
Vacía está la tumba porque Él triunfó.

Coro:


Porque Él vive
Triunfaré mañana
Porque Él vive
Ya no hay temor,
Porque yo sé
Que el futuro es suyo,
La vida vale más y más, solo por Él.

En quinto lugar, el texto indica que tenemos seguridad absoluta de nuestra vida con Dios. En 8:1 Pablo afirmó que no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que por la fe han nacido de nuevo y ahora viven para Dios. En los vv. 38, 39 concluye que no hay ningún poder, ya sea del mundo natural o del mundo espiritual, del presente o del venidero, ni ninguna cosa creada, que pueda separarnos del amor de Dios. Tenemos seguridad absoluta de nuestra salvación, de la vida eterna que hemos recibido por la fe en el sacrificio de Jesucristo. Por supuesto, si Cristo, -quien era justo- sufrió, con más razón nosotros que somos pecadores experimentaremos quebrantos. Pero ningún sufrimiento ni asechanza podrá separarnos del amor de Dios. Si debido a los sufrimientos o por cualquier otra razón flaqueamos, Dios permanece fiel. ¡Él nos ama con amor eterno! No se trata de nuestras capacidades para mantenernos en la fe, sino del amor de Dios que nos abraza y nada ni nadie puede sacarnos de allí. El apóstol Juan también dio testimonio de esta verdad cuando escribió su relato del evangelio y citó las palabras de Cristo: Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de mi mano... y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar (Juan 10:28, 29).

¡Aleluya!

¡Todos los poderes han sido vencidos por la obra de Cristo! A él ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra. ¡Sólo él reina! Por eso estamos seguros que nada ni nadie podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. No hay lugar para la soledad y el temor, si estamos envueltos en el amor de Dios. Con autoridad podemos afirmar que el evangelio es un mensaje de triunfo porque es un mensaje de esperanza. Sobre esta base, el apóstol pudo escribir: no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen (1:16). ¡Por eso, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó!

Hoy podemos cantar con Federico J. Pagura:

 ¡Tenemos esperanza!

“Porque él entró en el mundo y en la historia,
porque él quebró el silencio y la agonía;
porque llenó la tierra de su gloria,
porque fue luz en nuestra noche fría.
Porque él nació en un pesebre oscuro,
porque vivió sembrando amor y vida;
porque partió los corazones duros
y levantó las almas abatidas.

Por eso es que hoy tenemos esperanza,
por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza,
el porvenir en esta tierra mía.
Por eso es que hoy tenemos esperanza,
por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza,
el porvenir...

Porque atacó a ambiciosos mercaderes
y denunció maldad e hipocresía;
porque exaltó a los niños, las mujeres,
y rechazó a los que de orgullo ardían.
Porque él cargó la cruz de nuestras penas
y saboreó la hiel de nuestros males;
porque aceptó sufrir nuestra condena
y así morir por todos los mortales.

Porque una aurora vio su gran victoria
sobre la muerte, el miedo, las mentiras;
ya nada puede detener su historia,
ni de su reino eterno la venida.”

Por eso es que hoy tenemos esperanza,
por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza,
el porvenir...

¡A él sea la gloria!  Amén

La insensatez de poner a Dios a un lado en lo que hacemos

Reflexiones sobre Santiago 4:13-17


Los cristianos debemos tomar en cuenta a Dios en todo lo que hacemos.

Con el texto de Santiago 4:13-17, Santiago exhortó a sus lectores para que rectificaran la conducta equivocada que llevaban y tomaran en cuenta a Dios en los planes de la vida. Con este propósito les advirtió sobre las limitaciones humanas que los obligaban a tomar en cuenta a Dios en sus planes y la conducta pecaminosa que tenían al no incluir a Dios en sus planes y proyectos. Ellos sabían bien que lo que debían hacer, pero no lo hacían. En los vv. 13 y 14, Santiago habla sobre la insensatez de confiar en sí mismo y no tomar en cuenta a Dios al hacer planes para la vida. En los vv. 15 y 16 se ofrecen las directrices para la vida, mediante una perspectiva correcta de la relación con Dios que exigía corrección de la conducta jactanciosa. El v. 17 dicta el veredicto final sobre la conducta jactanciosa: Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.
Algunos de los lectores de Santiago estaban haciendo planes para su vida sin tomar en cuenta a Dios. Santiago los alerta sobre esto y les dice que dejen la arrogancia, pues no solamente desconocen el futuro, sino que su vida es temporal. Les recuerda que estaban haciendo muy mal al ignorar a Dios y estaban cometiendo pecado por cuanto sabían lo que Dios quería y no lo hacían.

¿Cuál es el contexto de Santiago 4:13-17?

Santiago escribió su carta a una comunidad en la cual se agudizaban ciertos conflictos entre las personas y era necesario buscar respuesta a esta situación. Seguramente estos conflictos eran agudizados por la mala conducta de algunas personas entre ellos. Estaban los que hablaban mal de sus hermanos, los que se jactaban de sus proyectos personas y los que explotaban a los demás. En 4:11 y 12 Santiago se dirigió a los que hablaban mal de sus hermanos. Ahora, en los vv. 13-17, se dirige a otro grupo causante de conflictos en la iglesia: los que, apoyados en su soberbia, se jactaban de sus proyectos personales sin tomar en cuenta a Dios. Se dirigió específicamente a los que hacían negocios sin tomar en cuenta los principios de ética cristiana y les advirtió que era pecado saber hacer lo bueno y no hacerlo (v. 17).

¿Cómo está estructurado el texto de Santiago 4:13-17?

El texto indica que un grupo de los lectores de Santiago estaba haciendo planes para su vida sin tomar en cuenta a Dios. Santiago los alertó sobre esto y les dijo que dejaran de ser arrogantes, no sólo porque ellos desconocían el futuro sino porque su vida era muy vulnerable. Les recordó que con esa actitud estaban cometiendo pecado, por cuanto sabían lo que Dios quería y no lo hacían. Así que, comete pecado todo el sabe hacer el bien y no lo hace.

Parece, entonces, que un bosquejo de Santiago 4:13-17 puede ser el siguiente:

Los creyentes debían tener en cuenta a Dios en lo que hacían.

1. Era una insensatez pretender vivir como si Dios existiera (vv. 13, 14)
1.1. Los creyentes debían prestar mucha atención a lo que Santiago quería decirles (v. 13)
1.2. Los creyentes debían depender de Dios en sus planes porque la vida en este mundo es incierta (v. 14a).
1.3. Los creyentes debían depender de Dios en sus planes porque la vida en este mundo es temporal (pasajera) (v. 14b).
2. Era necesario corregir la conducta jactanciosa para depender de Dios (vv. 15, 16)
2.1. Ellos se jactaban de sus propios planes (v. 16a).
2.2. La actitud jactanciosa de ellos era pecado (v. 16b)

3. Ellos sabían que debían depender de Dios en sus planes, pero no lo hacían (v. 17) Estaba cometiendo pecado.


¿Cuáles asuntos se presentan en Santiago 4:13-17?

Hay básicamente tres asuntos que Santiago quiere comunicar a sus lectores.

1. Es bastante claro en el texto que Santiago exhorta a sus lectores para que rectifiquen la conducta equivocada que estaban llevando. La llamada de atención con la cual introduce el texto en el v. 13 y la propuesta en el v. 15, así lo sugieren. Ellos debían depender de Dios al hacer los planes de la vida. Esto exigía una actitud de humildad y sujeción a Dios (comp. 4:7-10).

2. Para apoyar su exhortación de tomar en cuenta a Dios en los planes de la vida, Santiago les presenta dos razones para que cambiaran su actitud: la incapacidad que tenían para conocer el futuro y el carácter temporal y transitorio de sus vidas. Así que, las limitaciones humanas los obligaban a depender de Dios al hacer sus planes.

3. Los lectores de Santiago se presentaban arrogantes al jactarse de sus planes y proyectos para la vida sin tomar en cuenta a Dios. Pero este era un camino equivocado que debían corregir. Ellos sabían lo que era bueno, pero no lo hacían; sabían que debían depender de Dios al hacer sus planes y proyectos, pero no lo hacían. Así que, estaban cometiendo el pecado de no depender de Dios al hacer los planes y proyectos de su vida.

¿Como se desarrollan los asuntos presentados en Santiago 4:13-17?

Las personas a las cuales se dirigió Santiago estaban actuando muy mal. No tomaban en cuenta a Dios en sus planes y negocios de la vida y se jactaban de su autosuficiencia.[1] El consejo del apóstol es que asuman un estilo de vida correcto como seguidores de Jesucristo. Con la expresión: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello, les indica que debían asumir el compromiso de escuchar y obedecer lo que Dios decía en su Palabra, en vez de seguir según los criterios puramente humanos.

En el v. 13 se presenta el asunto de la excesiva confianza en sí mismo. Santiago cita lo que al parecer era un dicho común de las personas que se olvidaban de Dios y pretendían labrar por sí mismo su propio destino. Ahora escuchen esto, ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero.” (v. 13). Tal proceder, era una necedad. Este pensamiento no solamente expresaba excesiva confianza en sí mismos (sobre estimación), sino que reflejaba un estilo de vida equivocado y eminentemente materialista de la vida: haremos negocios y ganaremos dinero. Tal vez Santiago estaba pensando en lo que dijo en 4:3: piden mal para gastar en deleites. Pero en este caso, ni siquiera piden, sino que se lanzan por sí mismos a su propio proyecto sin tomar en cuenta a Dios. El contexto inmediato indica que Santiago no está en contra de hacer negocios y provisiones para la vida, sino que esto debe hacerse en consulta con el Señor (v. 15).[2]

El v. 14 presenta dos asuntos para responder a la arrogancia humana manifestada en la excesiva confianza en si mismo. Santiago habla tanto de la limitación humana para conocer el futuro, como la naturaleza y el carácter temporal de la vida. Santiago no solamente afirma que ningún ser humano conoce realmente el futuro, sino que la vida misma es corta y demasiado frágil: ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece. ¡Sólo Dios es dueño del futuro y ellos lo sabían! Por tanto, quien hiciera planes sin tener presente esta verdad era un necio. La seguridad de la vida no está en la realización de proyectos humanos, sino en la dependencia de Dios que tiene el control de todo.

En los vv. 15 y 16 Santiago presenta las directrices que se deben seguir en la vida cristiana. Presenta dos asuntos que debían tener presente aquellos que comprendían que sólo Dios podía darles seguridad para conducir sus vidas conforme a la sabiduría de lo alto. Primero, debían tomar en cuenta los designios de Dios en lo que concierne a los logros de la vida: Más bien, debieran decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (v. 15). Segundo, debían reconocer que era un pecado confiar en sus capacidades sin tomar en cuenta a Dios: Toda esta jactancia es mala (v. 16b).

El v. 17 presenta una conclusión para todo lo que ha dicho referente a la idea de querer vivir como si Dios no existiera, cuando en realidad no es posible negar tal verdad. Santiago dice que saber y no actuar conforme a ese conocimiento es pecar deliberadamente.[3] Pecado es hacer lo malo, pero también es pecado saber hacer lo bueno y no hacerlo. De un modo directo, Santiago habla del pecado de omisión: saber hacer y no hacer. La conclusión es que si una persona sabe que algo es malo y continúa haciéndolo, peca deliberadamente. Si persistían en el hábito de confiar en ellos mismos, tratando de disponer de sus vidas conforme a sus propios criterios, estaban cometiendo pecado. El verdadero sentido de la vida cristiana no está en saber las verdades del evangelio, sino en vivir conforme a ellas. Hacer lo contrario es caer en el terreno de la insensatez de la vida y quedar bajo culpabilidad delante de Dios.

El estilo de vida que pone a un lado a Dios es equivocado, es una conducta pecaminosa. Con la declaración: Pero ahora se jactan en sus fanfarronerías, les plantea el verdadero problema: la presunción innata del ser humano de aparentar más de lo que en realidad es, la presunción de creer que por sí solo tiene control de la vida. Santiago declara que: toda jactancia es pecado. Quien asume esta conducta, toma un rumbo equivocado. La vida es jactanciosa cuando el ser humano pone a un lado a Dios y confía en sus propias fuerzas, posiciones y capacidades. ¡De cuántas faltas somos culpables los cristianos!

¿Cuáles son los principios que se derivan de Santiago 4:13-17?

1. Los cristianos debemos depender de Dios en todo lo que hacemos en la vida. Todo hombre o mujer que tome en serio su cristianismo hoy deberá tener presentes los planteamientos de Santiago en este texto; de lo contrario, no solamente se enfrentará con la verdad que Dios es quien decide sobre la vida, sino que será atrapado por un mundo materialista cada vez más exigente y dominante. ¿Pero que podemos hacer para depender Dios al hacer planes en nuestra vida? Debemos pedirle a Dios que nos ayude a comprender bien su Palabra, pues ella es la guía para nuestra vida. La carta de Santiago fue la Palabra de Dios para los lectores originales y lo es también para nosotros hoy. Pero hoy tenemos no sólo la carta de Santiago, sino los sesenta y seis libros que componen la Biblia. Es nuestro deber examinar las Escrituras para conocer lo que Dios quiere para nuestra vida, a fin de que vivamos como él quiere. Si queremos depender de Dios, debemos escuchar lo que él dice.

2. Los cristianos debemos reconocer que tenemos limitaciones (imperfecciones) humanas y por tanto debemos depender de Dios en lo que hacemos. Cuando Santiago escribió su carta, les dio a sus lectores dos indicadores de las limitaciones que tenían. Les dijo que no tenían la capacidad para conocer el futuro y les dijo también que su vida era demasiado vulnerable, pasaba con demasiada rapidez. No hay duda, necesitamos depender de Dios en nuestra vida diaria. Sólo en Él hay esperanza y seguridad. Por otra parte, nada tenemos que no hayamos recibido del Señor, pues Él es quien nos concede el don de la vida.[4] ¡Con cuánta frecuencia los seres humanos se atribuyen para sí los logros en la vida, pero culpan a otros de sus fracasos! ¡El colmo es que hay quienes, en su arrogancia, culpan también a Dios de sus fracasos! En realidad, nada somos sin Dios. Por lo tanto, la mejor decisión que podemos tomar es dejar que él guíe nuestros pasos. ¿Cómo podemos hacer esto? Dios nos guía hoy a través de su Palabra, si estamos dispuestos a obedecerla. Dios puede hablarnos directamente a través de su Palabra, o indirectamente a través de nuestros hermanos en la fe que han comprendido y asumido la Palabra de Dios.

3. Los cristianos debemos reconocer que cometemos pecado al no depender de Dios en los planes y proyectos de nuestra vida. Todo ser humano piensa en Dios cuando está en apuros, pero no todos piensan en él cuando planifican su vida. Con frecuencia el ser humano se jacta de sus capacidades y pretende enrumbar su vida sin Dios. Desde el Edén, el ser humano ha pretendido vivir como si Dios no existiera; pero lo único que ha logrado es quedar al descubierto delante de Él. Desde el principio, Dios dio las instrucciones para que el ser humano se mantuviera en buena relación con Él y experimentara el verdadero sentido de la vida. Pero la desobediencia humana destruyó la buena relación y la vida misma, para dar con consecuencia la muerte. Por la Palabra de Dios, los seres humanos saben que necesitan a Dios en la vida; pero los proyectos egoístas deshonestos no le permiten incluirlo a Él. Santiago les habló a los cristianos que estaban siendo atrapados por la corriente del mundo y les recordó que ellos sabían bien que no debían llevar ese estilo de vida. Les advirtió de ese pecado y los llamó al arrepentimiento.

¿Cómo pueden aplicarse los principios de Santiago 4:13-17?

1. El estilo de vida reflejado en el pensamiento de Santiago es también el pensamiento dominante en la sociedad contemporánea: negocios y producción y más negocios sobre la base del desarrollo del potencial humano. El sistema del mundo materialista en el cual vivimos influye sutilmente en nuestra manera de pensar y de vivir. Fácilmente una persona puede dejarse influir por el pensamiento que las personas valen según lo que compran, lo que consumen o lo que tienen. ¡Esa es la sociedad materialista! En el afán de tener cosas para consumir, las personas se olvidan de Dios y la ética cristiana y recurren a maneras ilícitas de obtener las cosas. Los cristianos debemos reflexionar y evaluar nuestra conducta respecto a nuestra relación con este sistema mundano y alejado de Dios. ¿Acaso los cristianos también nos alejamos de Dios? No sólo debemos reflexionar sobre el para qué de las cosas que obtenernos, sino cómo las obtenemos. Tal vez las preguntas fundamentales que usted debe responder son estas: ¿Dependo de Dios al hacer los planes y proyectos de mi vida? ¿Qué cosas evidencian que yo dependo de Dios al hacer planes en mi vida? Escriba un breve comentario al respecto. Haga oración al Señor sobre la base de lo que escribió.

2. Para Santiago, la prioridad era que sus lectores tomaran en cuenta a Dios y dependieran de Él en su vida. Les dijo que hicieran esto, porque ellos en verdad desconocían el futuro y porque su vida era muy vulnerable, hoy es y mañana ya no es. Esas también son limitaciones nuestras por las cuales debemos tomar en serio el mensaje de Santiago. Claro no es tan fácil depender de Dios siempre en nuestra vida. Tenemos una lucha terrible contra el sistema del mundo que nos invita a seguir nuestros propios proyectos. Los cristianos sabemos que sin Dios nuestra vida no tiene futuro. Sólo Dios puede darnos seguridad. Cuando comprendemos esta verdad, entonces podemos enfrentar con éxito los problemas del orgullo, la codicia, la envidia y la avaricia que tanto nos asechan en el día de hoy. Debemos reflexionar sobre la vida. ¡Cuán incierta es! ¡Cuán corta es! ¿No es mejor buscar la dirección de Dios para nuestra vida diaria en lo que hacemos? Reflexione sobre su propia vida: ¿Qué evidencias hay de que usted busca la dirección de Dios para los pasos de su vida diaria? Haga unos comentarios al respecto. Haga oración al Señor respecto a lo que escribió, sea para darle gracias o para pedirle su ayuda.

3. Los cristianos sabemos que la Biblia dice la Verdad. Hay quienes se jactan de conocer la doctrina bíblica, pero su conducta refleja incoherencia con la doctrina. Ciertamente, los cristianos sabemos lo que es bueno y lo que es malo. Nuestro deber es vivir según ese conocimiento. Santiago dijo que era un pecado conocer la verdad y no vivir conforme a ella. Quizás en esto hemos sido culpables todos. Pero no todo está perdido, hay esperanza; es posible reconocer el error y rectificar la vida. Vale la pena reflexionar acerca de las siguientes preguntas: ¿En realidad está Dios en mis planes, está en el desarrollo de mi vida? Por ejemplo, ¿Qué lugar ocupa Dios en mi hogar, en mi familia, en mi relación de pareja? ¿En qué sentido o en qué aspectos sería mi vida diferente si verdaderamente Dios ocupara el primer lugar en ella? Escriba unos comentarios sobre estas preguntas y haga oración que Dios lo ayude a mejorar su vida de relación con Él.


[1]La jactancia tiene que ver con esa persona que presume tener lo que no tiene o hacer lo que no puede hacer.
[2]Hay diferencia entre hacer nuestros planes personales para la vida y después orar para pedir la bendición de Dios sobre ellos, y orar al Señor para pedirle que nos indique lo que debemos hacer con respecto a los planes para la vida o para saber qué hacer ante tal o cual situación
[3] Los teólogos han hablado tanto del pecado de comisión como del pecado de omisión.
[4]Con frecuencia somos mal agradecidos y actuamos como si todo dependiera de nosotros mismos. Pablo atacó el problema de la jactancia cuando escribió a los hermanos en Corinto (1 Corintios 4:7).

miércoles, 9 de marzo de 2011

La humildad del cristiano en su relación con Dios

Reflexiones sobre Santiago 4:7-10


Los creyentes a quienes Santiago se dirigió debían someterse a Dios y humillarse delante de Él. Esto implicaba el proceso de reconocimiento de su situación personal de miseria espiritual, que debía conducirlos al arrepentimiento delante del Señor. Por una parte, el texto plantea la necesidad de reconocer las limitaciones ante los poderes espirituales (ante Satanás como enemigo y ante Dios como Señor Soberano) y, por la otra, plantea la necesidad de reconocer la condición de miseria espiritual que exigía arrepentimiento delante del Señor, para volver a la buena relación con Él. El texto comienza y termina con la exhortación a la humildad ante Dios: Así que sométanse a Dios (v. 7) y Humíllense delante del Señor (v. 10). El mensaje del texto se centra en la necesidad de humillarse delante de Dios mediante un arrepentimiento sincero. El camino para lograr esto es mediante el reconocimiento de las limitaciones ante los poderes espirituales y el reconocimiento y rectificación (arrepentimiento) de la miseria espiritual en la cual se encuentre la persona.

Es difícil hacer una división exacta de este texto, pues contiene una serie de exhortaciones sucesivas que parecen estar interconectadas.[1] Pero en cierto modo, todas estas exhortaciones se orientan hacia dos direcciones. La primera tiene que ver con la actitud que debían asumir los lectores ante los poderes espirituales (ya fuese ante Dios o ante Satanás) (vv. 7-8b); y la segunda se refiere a la actitud que debían asumir ante la condición personal de miseria espiritual en la que estaban viviendo (vv. 8c-10). Bajo estos dos criterios se puede hacer el análisis del texto.

¿Cuál es el contexto de Santiago 4:7-10?

En los vv. 1-6 Santiago expone el problema de las malas relaciones de los seres humanos tanto entre ellos mismos como con Dios. En su análisis, concluye que la respuesta a este problema está en conducir la conducta según los criterios de la sabiduría que proviene de Dios. Los vv. 7-10 son una continuación a manera de conclusión de los vv. 1-6. Así lo sugiere la frase así que, del v. 7. Toda la discusión presentada en los vv. 1-6 indican que había una lucha que interfería en la buena relación con Dios. Mientras mantuvieran una vida de “doble ánimo”, pretendiendo amar al mundo y a Dios a la vez, la buena relación con Dios sería imposible. Porque, si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios (4:4b). Así que, debían optar por mantener una buena relación con Dios y eso significaba humillarse delante de Él. Por eso, los vv. 7-10 hablan de sumisión y humildad ante Dios para vivir como él quiere. En efecto, el texto comienza y termina con el concepto de la humildad ante Dios: Así que sométanse a Dios (v. 7) y Humíllense delante del Señor (v. 10).

¿Cuáles conceptos se presentan en Santiago 4:7-10?

Aunque aparentemente el texto tiene un contenido amplio, debido a la serie de imperativos que contiene, parece que presenta básicamente dos asuntos:

1. En primer lugar, Santiago exhortó a sus lectores para que dejaran su arrogancia y se humillaran delante de Dios. Esto significaba por una parte, que debían resistir al diablo, pues en él tenían un verdadero enemigo. Por otra parte, significaba que debían acercarse a Dios con humildad, a fin de que mantuvieran una buena relación con Él. Con esto, Santiago les dijo a sus lectores que debían reconocer sus limitaciones personales ante los poderes espirituales.

2. En segundo lugar, Santiago exhortó a sus lectores para que reflexionaran sobre su vida y reconocieran la condición malísima en la cual vivían. Estaban haciendo muy mal al tratar de llevar una “vida doble”, con la pretensión de servir al mundo y a Dios a la vez. En este sentido, la exhortación era para que cambiaran el rumbo de su vida. Así que, Santiago les dijo a sus lectores que debían reconocer su condición de miseria espiritual y arrepentirse delante del Señor, para volver a la buena relación con Él.

¿Cómo se desarrollan estos conceptos en Santiago 4:7-10?

Mediante una serie de exhortaciones, Santiago 4:7-10 muestra el camino que Dios ofrece para encontrar la respuesta a los conflictos, camino que debían seguir tanto de manera individual como comunidad de creyentes.[2] La respuesta es ésta: humíllense delante de Dios mediante un arrepentimiento sincero. El camino para lograr esto exigía el reconocimiento de sus limitaciones ante los poderes espirituales y el reconocimiento y rectificación (arrepentimiento) de la miseria espiritual en la cual estaban.

Los vv. 7 y 8b, indican que los lectores de Santiago debían reconocer sus limitaciones ante los poderes espirituales. Esta parte del texto constituye un solemne llamado a reconocer las limitaciones humanas ante los poderes espirituales y a humillarse delante de Dios. Si la buena relación con Dios era la respuesta a los conflictos en los cuales estaban inmersos quienes todavía se dejaban gobernar por el sistema del mundo, no había otro camino que humillarse delante de él. En este sentido, Santiago les recuerda su planteamiento anterior, referente a que la vida del cristiano no puede ser de “doble ánimo” en el sentido de pretender amar al mundo y a Dios a la vez. Al contrario, debían seguir el sendero de la sabiduría que proviene de Dios, pues la sabiduría de este mundo no deja más resultados que un verdadero caos en la vida. El párrafo anterior termina con una cita para reafirmar que ante Dios no vale para nada la soberbia humana, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.

Las personas a quienes Santiago se dirigió eran culpables del pecado de orgullo.[3] El contexto anterior indica que eran presumidos (comp. y 4:6) y se sentían con autoridad para juzgar a los demás. Santiago enfrentó este problema y exhortó a sus lectores para que se humillaran delante de Dios y les presentó el camino que debían seguir. De los primeros tres imperativos que presenta el texto (vv. 7 y 8b), el primero (sométanse a Dios) es como el llamado a tomar el rumbo correcto y los otros dos (resistan al diablo y acérquense a Dios…) son la manera de cumplir ese llamado. Ante la situación que confrontaban, Santiago les dio dos consejos: 1) en cuanto al diablo, resístalo; 2) en cuanto a Dios, acérquense a él. Referente al primero, el resultado no sería que ellos vencerían al diablo, sino que éste huiría de ellos. En cuanto a lo segundo, ellos estarían más cerca de Dios, por cuanto Éll se acercaría a ellos.

Los vv. 8c-10 indican que los lectores de Santiago debían reconocer su condición de miseria espiritual y humillarse en arrepentimiento sincero delante de Dios. El cuadro que pintan estos versículos es bastante crítico y doloroso. Pero no es un mensaje de condenación, sino de compasión con la invitación para que se hicieran un examen introspectivo de la vida e hicieran las rectificaciones necesarias para tomar de nuevo el camino correcto. El texto usa unas figuras para impactar con el concepto de rectificar la conducta y habla de limpiar las manos y purificar los corazones, por cuanto mantenían una doble vida (v. 8c), al pretender amar al mundo y a Dios a la vez. Es un llamado a la confesión y al arrepentimiento sincero. El texto habla también de reconocer la miseria espiritual: afligíos, lamentad, llorad (v. 9). Y habla de someter la vida al señorío de Jesucristo: Humíllense delante del Señor, y él los exaltará (v. 10). Era necesaria la humildad para tomar el rumbo que exigía el evangelio. A pesar de la situación terrible en que estaban viviendo, había esperanza aunque esto significara dolor. ¡Siempre estamos a tiempo para rectificar en la vida!

¿Cuáles son los principios que se derivan de Santiago 4:7-10?

1. Con una actitud humilde debemos reconocer nuestras limitaciones ante los poderes espirituales del mal. Los poderes del mal se manifiestan en el sistema del mundo. Por eso, es necesario un cambio de rumbo: dejar de seguir la corriente de este mundo para seguir la corriente de Dios. Para esto Santiago presentó exhortaciones muy precisas, que son fundamentales en la fe cristiana: Sométanse a Dios, resistan al diablo y acérquense a Dios. En realidad, el asunto fundamental es: Sométanse a Dios. Y la manera de someternos a Dios incluye tanto resistencia como avance. En nuestro peregrinaje cristiano vivimos en una constante lucha de resistencia al mal y de avance hacia el reino de Dios. En este proceso habrá resistencia ante los poderes malignos en sus múltiples manifestaciones, pero Satanás y su sistema ya ha sido vencido y podemos avanzar por el sendero del reino de Dios. Jesucristo triunfó sobre todos los poderes del mal en la cruz y ahora es el Señor. Por medio de él, que es el camino, podemos acercarnos a Dios en el proceso de someternos a lo que él quiere. Nada podemos hacer por nuestras propias fuerzas, pero en Jesucristo somos más que vencedores.

2. Debemos reconocer nuestra necesidad espiritual en arrepentimiento sincero delante de Dios. Todos somos pecadores. Unos hemos confesado nuestros pecados y hemos sido perdonados. Otros todavía siguen amando al sistema de este mundo y llevan una vida de miseria espiritual. ¡Todos necesitamos ayuda! ¡Necesitamos a Dios! Hay en el mundo quienes, enceguecidos por su orgullo, piensan que pueden vivir sin Dios. Y hay aun dentro de la iglesia quienes, equivocada y arrogantemente, piensan que pueden vivir según los criterios del sistema de este mundo y a la vez ser cristianos. A estas personas Santiago las llamó “almas adúlteras”, y eso es lo que son. Son infieles a Dios y por tanto están en una mala relación con Él. Pero no todo está perdido, hay esperanza. Dios recibe con amor a todo aquel que reconoce su miseria espiritual, confiesa sus pecados y se arrepiente ante él. Dios exige que se abandone la vida que sigue los criterios del mundo y que se asuman los principios del evangelio que ha sido proclamado por el sacrificio de su Hijo Jesucristo.

¿Cómo pueden aplicarse los principios de Santiago 4:7-10?

1. Si, como lo hemos afirmado, debemos reconocer nuestras limitaciones ante los poderes espirituales del mal, ¿qué podemos hacer entonces? Como punto de partida, hay dos asuntos que debemos tener presentes. Debemos ser conscientes que hay un poder del mal que nos asecha y, por otra parte, debemos asumir que Jesucristo es no solo nuestro Salvador sino también nuestro Señor. ¡Él es el soberano! Si no tenemos presente esto, será difícil que reconozcamos verdaderamente nuestras limitaciones ante los poderes del mal. Si tenemos conceptos equivocados, tendremos una conducta equivocada. Por ejemplo, en muchos ámbitos de la iglesia contemporánea se habla insistentemente de “guerra espiritual” con la idea de que debemos atar y pisotear a Satanás. Hasta hay canciones que siguiendo estos criterios tratan de ridiculizar a Satanás. Eso no es lo que dice Santiago. Hay bastante teología equivocada sobre el asunto de la “guerra espiritual”. Pero el consejo de Santiago fue muy sabio: Resistan al diablo y él huirá. No se trata de una guerra ofensiva, sino defensiva. La ofensiva ha sido ganada por Cristo en la cruz. Como cristianos debemos descansar en esta verdad: Aunque Satanás sigue asechándonos, ha sido vencido por Jesucristo; de modo que si resistimos sus amenazas, él no tiene fuerza sobre nosotros. Resistimos al diablo cuando nos mantenemos fieles a la verdad de Jesucristo, cuando nos sometemos a su Palabra. Según la enseñanza del evangelio, es claro que nada podemos hacer para avanzar en la vida cristiana sin Jesucristo. Nada más podemos hacer para acercarnos a Dios que seguir los pasos de Jesucristo como nuestro Señor. Aunque Satanás ha sido vencido, todavía está vivo y activo en el mundo. Pero Jesucristo es nuestro Señor y en él somos vencedores. La reflexión que debemos hacer entonces es esta: ¿Cuál es nuestro concepto de Satanás y cuál es nuestro concepto de Jesucristo? Escriba unos breves comentarios sobre estos dos asuntos. Después de escribirlos, haga oración de gratitud al Señor porque por medio de Él nos acercamos a Dios Padre.

2. Hemos dicho que debemos reconocer nuestra necesidad espiritual en arrepentimiento sincero delante de Dios. ¿Acaso no somos cristianos, necesitamos arrepentimiento? Tal vez nosotros también como los lectores de Santiago tengamos la lucha de pretender amar al sistema del mundo y a Dios a la vez. Examínese un poco para ver si quizás tenga algo de qué arrepentirse en este sentido. Pero ese no es el único problema, hay muchos ámbitos de nuestra vida en los cuales podemos cometer el adulterio del cual hablaba Santiago. Tome una hoja de papel y escriba varios renglones, por ejemplo: sobre su conducta en el hogar: la relación con su pareja, la relación con sus hijos. Su trabajo: el cumplimiento fiel de sus deberes, su relación con los superiores, su relación con sus compañeros. Escriba debajo de cada uno de estos rubros lo que piensa que está muy bien y aquellas cosas que piensa que son mejorables. Esto le costará algo de tiempo, pero lo ayudará a saber dónde tiene verdaderas necesidades y de qué cosas necesita pedirle perdón al Señor. ¡Todos necesitamos a Dios! ¡Todos debemos mejorar continuamente! Identifique las cosas mejorables en su vida y trabaje para mejorarlas.


[1]Con esta lista de imperativos se hace un llamado a la acción: Sométanse, resistan, acérquense, límpiense, purifíquense, aflíjanse, laméntense, lloren, humíllense.
[2]En cierto modo, con este texto Santiago vuelve a su argumento referente a la fe y las obras: la fe sin obras está muerta. Así que, mediante una lista de imperativos reta a los cristianos a la acción, a cambiar el rumbo, de modo que orienten su vida hacia Dios y vivan como verdaderos cristianos en medio de un mundo en crisis. Es un llamado a la rectificación de aquellos que querían amar a Dios y al mundo a la vez.
[3]El orgullo, que es una característica del sistema del mundo, aleja a las personas de Dios. ¡Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes!