miércoles, 12 de enero de 2011

Reflexiones sobre Romanos 5:1-11 (Parte 2)

Nuestra relación con Dios
Romanos 5:1-11
(Segunda parte)

En la reflexión anterior sobre el texto de Romanos 5:1-11, afirmamos que el sacrificio de Jesucristo es la base de nuestra buena relación con Dios (vv. 1-5). Concluimos que en esa nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias por la fe en la obra de Cristo. Es claro que en estos versículos el apóstol habla acerca de los efectos (resultados) de la justificación sobre aquellos que aceptan la obra de Cristo mediante un acto de fe. Se revelan aquí tres grandes pensamientos cargados de bendiciones para el creyente. Se habla de la relación de comunión con Dios que tienen aquellos que por fe han sido justificados (vv. 1, 2); se expone también acerca de la actitud positiva que el creyente ha de asumir frente a las dificultades de la vida que lo ayudan a crecer en la fe, (vv.3, 4); y se habla también de la recepción del Espíritu Santo, que da al creyente la seguridad plena ante cualquier afrenta (v. 5). Así que, los vv. 1-5 dan base suficiente para afirmar que por el sacrificio de Jesucristo los cristianos tenemos una nueva relación con Dios. Ahora debemos reflexionar sobre los versículos seis al once de Romanos capítulo cinco.

En primer lugar, los vv. 6-8 constituyen la base para el segundo principio general que se deriva del texto. En esencia estos versículos enseñan que el sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del amor de Dios a los seres humanos. El justo pagó por los injustos para que estos no sufrieran el castigo de su culpa. El sacrificio de Jesucristo es un acto voluntario del amor de Dios para el perdón de nuestros pecados.

A primera vista, estos dos versículos no solamente parecieran extraños en este lugar en el texto, de acuerdo con el argumento desarrollado en los vv. 1-5 y 9-11, sino que, además, contienen conceptos de una magnitud tal que escapan a la cabal comprensión humana. Sin embargo, ya que el v. 5 ha dicho que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, los vv. 6-8 encajan bien como una explicación más acerca de ese gran acto de Dios de derramar su amor hacia los seres humanos. En realidad, estos versículos tienen una gran fuerza de significado como demostración del hecho histórico y único de la justificación del pecador delante de Dios. Hay dos ideas básicas en estos tres versículos: la primera habla de una gran necesidad a causa de la debilidad humana, a saber, la justificación que éste no podía lograr por sus propios méritos (v. 6). La segunda habla del precio que fue pagado como una demostración objetiva del amor de Dios (vv. 7, 8).

La enseñanza y fuerza del v. 6 es que, con su muerte, Cristo suplió al ser humano lo que le era imposible lograr por sus propios méritos. El apóstol escribe que aún siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Para los lectores de Pablo esto habría sido una gran paradoja, a juzgar por las palabras del v. 7. No hay ninguna otra motivación para este acto de Dios que no sea su inmenso amor, pues a los seres humanos, receptores de esta gracia, se les describe como impíos (v. 6, irreverentes ante Dios), pecadores (v. 8, no siguen los caminos de Dios) y enemigos (v. 10, han dado la espalda a Dios). Además de todo esto, están en una condición de debilidad (v. 6, sin fuerza moral) que los incapacita para lograr favor alguno delante de Dios por sus propios méritos. Cuando la humanidad estaba en esa condición, sin esperanza, Cristo murió en su lugar. ¡Por eso hay motivos para mantener la frente en alto, con esperanza, en medio de un mundo sumido en la desesperanza! Es pertinente el tango “Tenemos esperanza” de Federico Pagura:
“Porque él entró en el mundo y en la historia,
porque él quebró el silencio y la agonía;
porque llenó la tierra de su gloria,
porque fue luz en nuestra noche fría;
porque él nació en un pesebre oscuro,
porque él vivió sembrando amor y vida;
porque partió los corazones duros
y levantó las almas abatidas.
¡Por eso es que hoy tenemos esperanza!,
por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza el porvenir.”

La expresión a su tiempo Cristo murió por los impíos pudiera significar que cuando ya se había perdido toda esperanza, cuando ya el ser humano desfallecía, Dios en su inmensa gracia intervino para darle vida. Tiene poco sentido especular acerca de esta frase, pues sólo Dios tiene el control final y según sus planes actúa en la historia de la salvación en el espacio y el tiempo (Comp. Gálatas 4:4; Efesios 1:10; 1 Timoteo 2:6; 6:12). No importa si el ser humano está en debilidad o si en su arrogancia vive en impiedad; de igual manera Cristo muere en su lugar para darle vida. Aunque no lo entendamos completamente, no hay duda que Dios actúa en el tiempo oportuno, aun al precio más alto, para lograr sus propósitos. Dios actuó a favor del ser humano que había perdido el rumbo, de modo que Cristo a su tiempo murió en lugar de los impíos y les devolvió la esperanza.

Los vv. 7, 8 indican claramente que el precio pagado es una gran demostración del amor de Dios hacia los seres humanos. En el v. 7 se expresan dos supuestos implícitamente negados con respecto a los actos de bondad humanos. A modo de contraste, en el v. 8 se muestra la más clara y convincente demostración de amor de parte de Dios: Cristo muere en lugar del pecador quien estaba sumido en su más profunda debilidad que lo incapacitaba por completo para acercarse a Dios. El Dios santo demuestra una profunda prueba de amor por el pecador: Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. El episodio de la cruz es la mayor prueba de que Dios ama a los seres humanos, aun cuando estos estén muertos en delitos y pecados. No hay ninguna otra revelación de amor que supere la muerte de Cristo (Comp. Juan 3:16; 1 Juan 4:10; 2 Corintios 5:19, 20)

La Palabra de Dios enseña que todos los seres humanos son pecadores y merecen el horrendo castigo de la muerte y la condenación eterna. Esa es la sentencia de Dios (3:23; 6:23). Pero Dios es amor y por su infinita bondad y misericordia envió a su Hijo para que muriera en lugar del pecador y lo librara de la condenación eterna. Cuando una persona acepta, por la fe, lo que Dios hizo al ofrecer a su Hijo en sacrificio por el pecado y confiesa a Jesucristo como su Señor, Dios la perdona, la libera de la condenación (4:23-25) y le da una nueva vida. En Jesucristo el ser humano tiene la vida eterna.

En segundo lugar, los vv. 9-11 el autor concluye una parte del argumento que comenzó en el v. 1 con respecto al alcance de la justificación por la fe en Jesucristo. Estos versículos dan base para el tercer principio general que se deriva del texto: La justificación por la fe en Jesucristo es nuestra garantía para enfrentar el futuro con esperanza. El texto hace una reafirmación de la seguridad que tiene el creyente en Jesucristo y reitera que hemos sido justificados por su sangre (v. 9), que fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo (v. 10) y que hemos recibido ahora la reconciliación (v. 11). Esta reiteración la hace el apóstol para reunir dos grandes verdades del evangelio: a) que el cristiano tiene la certeza de que no será condenado en el día del juicio (v. 9) y b) que la reconciliación lograda a través de Jesucristo es para siempre (vv.10, 11).

El planteamiento del apóstol en el v. 9 es sencillo y va de lo mayor a lo menor: si por medio de Cristo se ha logrado algo difícil, hemos sido justificados por su sangre, ya justificados, por medio de él seremos salvos de la ira. Con seguridad, pues, por medio de él seremos salvos de la ira.

La muerte de Cristo no canceló el día del juicio en el cual la ira de Dios será derramada sobre los que no obedecieron al evangelio. El juicio sigue en pie. Romanos 1:18 deja claro que la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos (comp. 2:8). Pero Dios decidió ponerlo todo en Cristo, tanto la justicia como el juicio, de modo que quienes no se acercan a Dios por medio de Jesucristo siguen bajo la condenación y el juicio de Dios (3:19). Los que ahora confesamos a Jesucristo somos justificados delante de Dios y seremos salvos de la ira venidera, la cual se manifestará finalmente en la condenación eterna de los que no creen al evangelio de Jesucristo.

Según los vv. 10, 11 no hay duda que la reconciliación con Dios por la fe en Jesucristo es para siempre. Hasta ahora el apóstol no había planteado de manera directa el concepto de la reconciliación, pero no hay duda que eso fue lo que ocurrió en la cruz (vv. 6-8); por eso afirma que fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (v. 10). De nuevo, el argumento va de lo mayor a lo menor, pero esta vez se añade un elemento más fuerte: que éramos enemigos. De modo que si siendo enemigos fuimos salvos por la muerte de su Hijo, estando ya reconciliados [nuevamente amigos], seremos salvos por su vida. En otras palabras, si la muerte de Cristo nos hizo amigos de Dios (nos reconcilió), ahora que él está vivo y nosotros reconciliados con Dios, con mucha más razón nos salvará de cualquier acusación. Nuestra salvación es segura en Jesucristo y ésta incluye no solamente el hoy, sino tanto el ayer como el mañana: ¡fuimos salvos, somos salvos, seremos salvos!

De esta manera, el argumento iniciado en 5:1, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, llega a su clímax en el v. 11, y ahora nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. No hay ningún otro motivo de gloria, sino Jesucristo. ¡A él sea la gloria!

Como ya se ha sugerido en la exposición, hay por los menos tres principios generales que se derivan de Romanos 5:1-11, que vale la pena tener siempre presentes.

1. El sacrificio de Jesucristo es la base para nuestra buena relación con Dios. En esta nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias. Toda persona que acepta el sacrificio de Jesucristo como suficiente para el perdón de sus pecados tiene una nueva relación con Dios que la hace partícipe de sus bendiciones. Estas bendiciones se relacionan tanto con el pasado como con el presente y el futuro del cristiano. En otras palabras, por la obra de Cristo fuimos salvos, somos salvos, seremos salvos.

2. El sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del inmenso amor que Dios nos tiene. La salvación de cualquier ser humano es posible sólo por ese acontecimiento histórico del sacrificio de Jesucristo en la cruz, para el perdón de los pecados, como demostración del amor Dios. No hay ninguna otra posibilidad de vida para el ser humano aparte de Jesucristo. Con la muerte de Cristo Dios nos mostró cuánto nos ama. ¡En la cruz, Dios vino a nuestro encuentro!

3. La obra de Cristo en la cruz es la garantía para que podamos enfrentar el futuro con esperanza. El justo juicio de Dios por causa del pecado sigue en pie, pero los que seguimos a Jesucristo hemos sido reconciliados con él y, por tanto, no estamos bajo condenación. Los cristianos no somos optimistas con respecto a este mundo, pero tenemos esperanza porque seguimos a Jesucristo quien triunfó sobre el pecado y la muerte. ¡No hay condenación para los que están unidos a Cristo Jesús!

¿Entonces, qué debemos hacer? Si, como lo hemos afirmado, es cierto que el sacrificio de Jesucristo es la base para nuestra buena relación con Dios, que el sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del inmenso amor que Dios nos tiene y que la obra de Cristo en la cruz es la garantía para que podamos enfrentar el futuro con esperanza, no debemos quedarnos de brazos caídos. Reflexionemos un poco más sobre esto.

1. No hay duda que la enemistad entre los seres humanos y Dios ha sido resuelta por el sacrificio de Jesucristo. Por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos alcanzado la salvación. Tenemos la certeza de la vida eterna, porque hemos aceptado su sacrificio como suficiente para el perdón de nuestros pecados. Esta decisión nos ha hecho aptos para vivir en comunión con Dios ahora y siempre, porque hemos reconocido a Jesucristo como el Señor de nuestra vida. Como consecuencia de la aceptación del sacrificio y señorío de Cristo en nuestra vida tenemos muchos beneficios. ¿Cuáles piensa usted que son algunos beneficios, bendiciones, que ahora tiene por seguir a Jesucristo?

Uno de los resultados que tenemos en Cristo es que nuestra relación de comunión con Dios nos motiva a enfrentar las adversidades cotidianas con una actitud positiva, porque tenemos esperanza. ¿Cómo es su comportamiento cuando pasa por momentos difíciles? En medio de las situaciones difíciles, los cristianos podemos estar confiados en el control que el Señor ejerce sobre la vida tanto en el ámbito personal como en el colectivo. En otras palabras, tenemos esperanza. ¡Por eso somos optimistas! Evalúese un poco, haga una descripción de cómo fue su comportamiento la última vez que pasó por una situación difícil. ¿Qué fue lo que ocurrió?

2. Sabemos que la más grande demostración de amor que hemos recibido los seres humanos está en el acto salvador de Dios a través de la muerte de su Hijo Jesús. Ningún otro acto, por muy humanista o bueno que parezca, puede ponernos en comunión con Dios. Por lo tanto, la vida eterna no es algo que nosotros podemos ganar, ni es una bendición que merecemos. ¡Absolutamente no! Es sencillamente el amor de Dios en Cristo, que se hizo realidad entre nosotros. Por pura gracia Dios manifestó su amor a los seres humanos mediante el sacrificio de Jesucristo. Esto debe motivarnos a dar gracias a Dios por su amor. Deténgase un momento en la lectura y haga una oración de gratitud al Señor por su gran amor por usted.

Somos salvos por los méritos de Jesús. Dios nos amó y nos ama; él no solamente nos perdonó, sino que hoy sigue perdonándonos. Esto no significa que tenemos licencia para pecar, sino que él puede perdonar cualquier pecado porque sigue amándonos. ¿Cuáles piensa usted que son algunas cosas que le demuestran a usted que Dios lo ama? ¿Está seguro que Dios le ama? ¿Por qué está tan seguro?

3. Llegará el día cuando Dios derramará su justicia y su ira sobre todo ser humano que le desobedeció y menospreció la obra de su Hijo. Pero nosotros, quienes por la fe hemos aceptado el sacrificio de Cristo como suficiente para el perdón de nuestros pecados y lo honramos como Señor de nuestra vida, no seremos condenados por Dios. La ira de Dios no caerá sobre sus hijos. Su Palabra es verdad, y ésta afirma que Él nos ha salvado para siempre. ¡Tenemos y tendremos siempre buena relación con Dios, sobre la base del sacrificio de su Hijo!

¡Cuánta claridad hay en la palabra de Dios sobre su amor para con nosotros! ¿Va a ser usted tan egoísta que va aguardar para si este mensaje? Haga una lista de por lo menos cinco personas a quienes les gustaría compartir su esperanza. Trace un plan sencillo para compartir este mensaje con cada una de esas personas. Ore al Señor para que él le guíe en este propósito y tan pronto tenga la oportunidad dígales cuánto Dios los ama. ¡Demuestre con su vida que este mensaje es la verdad!

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